La Nacion Costa Rica

ESPECIAL DE OPINIÓN:

Juan José Chacón Quirós CEO de Establishment Labs

Los cambios prioritarios: por Juan J. Chacón, CEO de Establishment Labs; Silvia Castro, presidenta de Ulacit; Silvia Chaves, presidenta de Florex y Silvia Hernández, presidenta del Congreso.

Según Peter Drucker, “la innovación es el instrumento específico de la iniciativa empresarial. El acto que otorga a los recursos una nueva capacidad para crear riqueza”. Los costarricenses del bicentenario debemos comprender cómo durante nuestra historia, las decisiones innovadoras han sido el principal creador de prosperidad en nuestro país y así prepararnos para ser actores de primera línea en la construcción de una sociedad floreciente y feliz en las próximas décadas.

La innovación no solo trae prosperidad, también puede disminuir la desigualdad y fomentar la movilidad social, además de originar numerosas oportunidades para la creación de nuevas empresas que apoyen el desarrollo de una nueva sociedad.

La cultura del café

En su libro, Costa Rica antes del café, Lowell Gudmundson, desarma por completo con un riguroso análisis documental, el mito de la Costa Rica de los igualiticos al momento de la independencia. Nuestro país antes de la independencia, aún dentro de su pobreza casi generalizada, vivía con desigualdades importantes entre una pequeña élite colonial y la masa campesina. ¿Por qué me parece importante desmitificar este aspecto? Porque si queremos construir una sociedad próspera debemos desechar esa leyenda que habla de la sociedad rural igualitaria basada en la pobreza, y comprender las verdaderas causas que llevaron a nuestro país a crear una clase media que dio origen a un incipiente modelo democrático.

Lo que realmente transforma a Costa Rica es el café, que viene a insertar a nuestro país en la economía mundial, desarrollando nuevas dinámicas sociales, económicas y de flujos de capital que destruyen el orden heredado de la colonia y construyen, aún con desigualdades, una sociedad radicalmente distinta a la de 1821.

Costa Rica pasó de exportar 23.000 kilos de café en 1832 a más de un millón de kilos diez años después y 20 millones para finales de siglo y es con esta riqueza que se construye una nación verdaderamente independiente. La cultura del café transforma a Costa Rica porque aumentan simultáneamente el uso y la productividad de la tierra y la mano de obra, se intensifica la migración de capital humano, se promueve la llegada del capital británico para financiar la expansión y, ante la alta demanda mundial por el café, un grupo de pequeños agricultores saca provecho del boom cafetalero y otro grupo también lo hace, pero por medio de encadenamientos, creando una primera versión de una clase media costarricense. Las grandes familias cafetaleras dominan la sociedad pero están comprometidas con un sistema político con tintes democráticos que aseguran los derechos económicos de los pequeños y medianos productores. Un siglo después, las cooperativas lideran la producción y beneficiado superando a las grandes haciendas de café.

¿Y por qué el café? ¿Cómo sabíamos que esta planta ajena a nuestro país crecería y se adaptaría a nuestras tierras y microclimas? ¿Qué estudios de mercado y planes de negocio fueron realizados para tomar la decisión de movilizar todo un país detrás de esta gran apuesta innovadora? ¿Cómo nos aseguramos de que se contaría con el capital necesario para la expansión? ¿Quién conocía a los potenciales compradores? Es interesante que las múltiples reseñas históricas no responden con claridad a estas preguntas, pero no queda duda de que esta innovadora decisión asumida con el compromiso de un país entero convierte rápidamente a Costa Rica en una de las sociedades más dinámicas de nuestra región.

Como suele suceder con la innovación, se necesita dar un salto de fe para poder avanzar, y en este caso lo hizo todo un país. Si hubiéramos esperado a que se aclararan “los nublados” del cultivo y del mercado, no hubiésemos logrado aprovechar esa oportunidad.

La capacidad de innovación

Además, Costa Rica acumula en su historia independiente una serie de decisiones como país que se pueden considerar innovadoras en su contexto: la educación obligatoria y gratuita en 1869, la abolición de la pena de muerte en 1882, las reformas sociales de la primera mitad del siglo XX, el crecimiento del sistema de universidades públicas a partir de 1940, seguidas por la abolición del ejército en 1948 y la creación del sistema de parques nacionales en 1970. Es difícil imaginar cómo sería hoy nuestro país sin estas decisiones que juntas constituyen fundamentos cruciales de nuestro sentido de nacionalidad.

Según Michael Porter, en un artículo publicado hace 20 años, hay una serie de aspectos internos a los emprendimientos que son necesarios para que puedan convertirse en empresas innovadoras con dimensión global. Sin embargo, la vitalidad de la innovación depende de lo que llamó la capacidad de innovación nacional, entendiéndose como la habilidad de un país para producir y comercializar un flujo determinado de innovación relevante a lo largo del tiempo. Para medirlo utilizó una serie de consideraciones:

Para determinar la intensidad de la innovación, la cantidad de patentes publicadas en Estados Unidos por compañías de diferentes nacionalidades.

Para evaluar la infraestructura común para la innovación, la cantidad de profesionales en ciencia e ingeniería per cápita con empleo, el nivel de gasto en investigación y desarrollo, el porcentaje del PIB dedicado a la educación, las medidas de protección de la propiedad intelectual y el nivel de apertura a la economía mundial.

Para medir la innovación por sectores, la proporción de inversión en investigación y desarrollo realizada por el sector privado y la cantidad de patentes por industria.

Para medir la calidad de los encadenamientos, la proporción de inversión en investigación y desarrollo realizada por las universidades, así como las redes de capital de riesgo.

Las start-ups en Costa Rica

Pese al éxito de la apertura de nuestra economía al mundo por medio de acuerdos comerciales con los principales mercados internacionales y de la alta inversión en educación, nuestro país sigue teniendo baches significativos en la intensidad, infraestructura y enfoque necesarios para escalar la innovación. Esto dificulta la creación de start-ups que puedan redibujar el mapa de valor de nuestra economía.

Sin embargo, sí existe suficiente comunicación entre los actores del sistema de innovación para poder puntualizar las falencias de estos emprendimientos:

La madurez empresarial de una empresa tiene más relación con las “experiencias de vida” de la empresa que con la cantidad de años que tiene en operación.

La mayoría de los emprendimientos se desarrollan con deficiencias en procesos, calidad, estabilidad financiera y otros, lo que les genera ineficiencias e imposibilita su crecimiento.

Existen barreras importantes que dificultan que los emprendimientos tengan acceso a información de mercado, de capital riesgo y a mejores prácticas en incubación y aceleración de empresas. Sin estos conocimientos, el acceso a financiamiento resulta casi imposible, pues las mismas instituciones financieras (desde banca hasta inversionistas privados), buscan prueba de la madurez de la empresa y de la claridad en su propuesta de valor, para asumir el riesgo de darle fondos a una pyme o start-up.

También existen limitaciones en los procesos de innovación y el espíritu emprendedor, indispensables para desarrollar empresas con alto potencial de crecimiento, alta productividad y generadoras de empleo de calidad. De acuerdo con el índice de innovación 2020, Costa Rica es la tercera economía más innovadora de América Latina, solamente superada por Chile y México. Sin embargo, el tamaño de nuestro mercado es limitado y eso dificulta el proceso de internacionalización y de atracción de capital de riesgo.

Los próximos 50 años

Si queremos resolver grandes problemas debemos de enfocarnos en pocas cosas. Así como Costa Rica tomó poco después de su independencia la valiente decisión de enfocarse en el café para insertarse en la economía mundial, la Costa Rica del bicentenario debe de apostar decididamente por la innovación liderada por emprendimientos y start-ups nacionales y extranjeras en campos de avanzada como biotecnología, dispositivos médicos 4.0, energías limpias, tecnologías para combatir el cambio climático y la creación de contenidos para la vida en el metaverso.

Según un informe del BID sobre innovación del año 2020, Costa Rica invierte solo el 0,43% del PIB en investigación y desarrollo, siendo 2,5% lo óptimo. Pero es todavía más preocupante que dice el informe “la mayor parte de la inversión en investigación y desarrollo la realiza el sector público (76%) y está orientada por la curiosidad de los investigadores (87%) y no por su finalidad, es decir, para atender necesidades del aparato productivo”.

Además de todas las acciones específicas aquí descritas, es urgente reversar la preocupante falta de inversión en el futuro de Costa Rica con un mandato constitucional para dedicar del 2,5% del PIB en investigación y desarrollo, así como la estructuración de un potente fondo soberano para apoyar la creación y desarrollo de start-ups en áreas estratégicas para nuestro país.

No podemos seguir quejándonos de la falta de innovación sin tomar las acciones necesarias para preparar a las nuevas generaciones para construir una sociedad próspera y feliz desde la cual puedan contribuir como ciudadanos del mundo. Como bien lo dijo Albert Einstein: la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes.

La Costa Rica del bicentenario debe de apostar decididamente por la innovación liderada por emprendimientos y start-ups nacionales y extranjeras en campos de avanzada como biotecnología, dispositivos médicos 4.0, energías limpias.

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2021-09-11T07:00:00.0000000Z

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