La Nacion Costa Rica

EUGENIA FUSCALDO Y LA PROCESIÓN QUE LLEVA POR DENTRO

YURI LORENA JIMÉNEZ yjimenez@nacion.com

La actriz hasta recibió los santos óleos después de sufrir un infarto. Salió con bien, pero solo tras un repaso del safari de dolor que ha vivido desde su infancia se entiende de dónde proviene ese

fuerzón que la convierte en luz

Ya se sabe, caras vemos, corazones no sabemos. Pero aplicar este adagio con la veterana actriz y señorona de la televisión Eugenia Fuscaldo Peralta se convierte en un ejercicio superlativo, pues los nubarrones en su historia de vida se fueron sucediendo desde muy temprano y hoy, a sus 68 años, los repasa con aceptación: jamás se percibe en su hipnotizante tertulia un “ay de mí”.

Todo lo contrario. Ya más recientemente hubo otros porrazos de salud y de vida que la han puesto contra las cuerdas y tampoco es que los repasa muerta de risa, pero ella está provista de un fuerzón innato que no le ha evitado los tantos baches de su vida, pero sí la ha ayudado a sacarla de la oscuridad para emerger con los bríos que hasta le alcanzan para contagiar a los demás.

Fuscaldo es reconocida en el país desde hace medio siglo, pues ella vivió la época dorada del teatro costarricense y desde su debut, en los años 70, ha participado en 20 montajes teatrales, tres actuaciones para la pantalla chica y una interpretación para cine.

Sus personajes como la campechana Auristela, la frufru doña Cata y, por supuesto, Doña Tere, la dueña y señora de La Pensión -serie que se transmitió por Canal 7 durante casi dos décadas-, la ubican como una de las actrices/entertainers más populares del país. Desde el 2015 también ha sido jueza de Tu cara me suena, en Teletica Formatos, y en diciembre pasado formó parte del elenco de ese canal en las transmisiones de las corridas de toros.

Tras resumir en dos párrafos su prolífica hoja laboral, de vuelta a su historia y en una situación que muchos de sus amigos y admiradores no conocíamos, Eugenia heredó por cuenta de los genes de su

madre una condición que puso cuesta arriba su vida desde muy pequeña: una depresión endógena, la cual fue diagnosticada y tratada médicamente ya cuando ella era una adulta y los avances de la ciencia dieron paso a tratamientos que, además, le bajaron el tono al tabú social que representa ese padecimiento.

Dueña de una personalidad “abrazadora” —de alguna manera ella proyecta un sentido de protección al primer contacto—, “la Fuscaldo”, como se le dice de cariño, es capaz de contar abiertamente este y todos los detalles de su vida sin el menor remilgo de autocompasión.

Por ejemplo, al hablar del infarto que sufrió en marzo del 2021 y las posibles razones que incidieron en que tuviera tan peligroso quebranto de salud, aclara que en su familia la cardiopatía es hereditaria y cuenta sin rodeos cómo en 1982 dos de sus cinco adorados hermanos murieron víctimas de infartos, con solo tres meses de diferencia.

Con aquel verbo diáfano y el sabroso donaire con el que puede hablar durante horas, con Eugenia en este caso sacrificamos lo que de fijo habría sido una jornada de seis u ocho horas en su casa (no exagero), por una maratón telefónica como medida preventiva ante la arremetida del covid-19.

Igual escucharla es casi como tenerla enfrente. Aclara que el Fuscaldo proviene directamente de su padre, el italiano Rocco Fuscaldo, quien arribó a Costa Rica en un barco procedente de Europa en 1922. Ella nunca supo el motivo que lo trajo por estos lares o si fue que, como ocurrió con tantos coterráneos suyos, por equis razón se quedó varado en este país y terminó por casarse felizmente con doña Cora Peralta, con quien tuvo seis hijos. Eugenia es la penúltima.

“Fijate que al día de hoy todos los días me pasa por la mente el hecho de que nunca le pregunté a papá qué lo hizo quedarse en Costa Rica. No sé por qué no se me ocurrió nunca, pero bueno nosotros crecimos en ese barrio josefino al este del Circuito Judicial, en las inmediaciones de la Corte”, rememora Eugenia.

Enumera a sus hermanas Cármina, Margarita, Ileana, Rafael, ella era la quinta y el menor era Marcelo, quien nació con Síndrome de Down y con su encanto y personalidad únicas se convirtió en un eje de amor y admiración para toda la familia.

Pero todas se le vinieron juntas a los Fuscaldo cuando, en 1982, Ileana amaneció muerta por un infarto fulminante, apenas a sus 38 años y sin ningún aviso previo de su cardiopatía. Solo tres meses después Marcelo, el consentido de la familia, fallecería por la misma causa, con tan solo 25 años.

Ya con solo estos antecedentes uno podría pensar que Eugenia Fuscaldo estaba curada de espantos, que ya la vida le había dado suficientes revolcones, hasta que se convirtió en madre de quien sería su única hija, Sofía, quien desde su nacimiento empezó a luchar por su vida y sobrevida debido a un complejo padecimiento relacionado con su sistema inmunológico.

No hay batallas grandes ni pequeñas cuando las cuenta Eugenia Fuscaldo, pero huelga decir que el golpazo, la preocupación y el sufrimiento por la inesperada condición con que nació su única hija, le volvieron la vida al revés, dado que Sofía se convirtió en su día y su noche, en su vivencia casi cotidiana en el Hospital de Niños.

Tuvo que renunciar a todo: el trabajo, su juventud mediana, su vida como madre soltera y joven, al sustento primario ‘agarrándolas del rabo’ en el que, como dice ella, ni ahora ni hasta hoy le ha faltado nada porque siempre que ha habido carencias

“Pues sí, estoy sin trabajo pero ahí me la voy jugando. A veces cuando tenía platilla me gustaba ir al Automercado y duraba horas de horas, no solo comprando, sino pegándome aquellas conversadotas con la gente. Ahora me traen a la casa verduras y hortalizas orgánicas, y huevitos de gallina feliz”.

Eugenia Fuscaldo,

actriz

también han aparecido manos amigas que han estado ahí para su pequeña y hermosa familia: en primera instancia para ella, y también para Sofi y para las tres perritas que completan el núcleo del hogar, con problemas como los que enfrenta cualquier familia con mascotas adoradas... tema obligado al que llegaremos oportunamente.

Son miles de familias las que pueden mimetizarse con el dolor de tener a un recién nacido, un bebé o un niño enfermo en el Hospital Nacional de Niños, pero aún quienes no hemos pasado por eso podemos escuchar la vivencia de Eugenia Fuscaldo con los dientes apretados y los lagrimales a flor de rostro. En mi caso, mientras la escucho al otro lado del teléfono, pienso en mi nieta Litza, de dos años y pico, que sabe acaso lo que es un resfrío pero es inimaginable lo que uno puede volcar el sufrimiento y amor en lucha cotidiana, durante nada menos que 15 años.

A Eugenia no le duelen prendas en el tema de relaciones amorosas. Es así como cuenta que Sofi no es hija de su único matrimonio, el que duró acaso dos años y del cual no tiene el menor comentario negativo, así como tampoco lo tiene de quien fuera después el papá de Sofía.

Lo que sí rememora, como un duro pasaje, fue la realidad que le tocó vivir ante el diagnóstico que recibió tras el nacimiento de Sofía: “Fue una angustia tremenda. Todo estaba bien y cuando nació empezaron los problemas. El primer año costó mucho dar con el diagnóstico, se trataba de un problema inmunológico que le afectaba todo el crecimiento y con el que supuestamente podría vivir hasta vieja pero bueno, ya yo me había hecho a la idea de ir con un bastoncito a acompañar a una Sofi de 50 años a ver los resultados periódicos de sus exámenes... y de un momento a otro, cuando cumplió 15, Sofi empezó a revertir la enfermedad y hoy, a sus 35, lleva una vida saludable, siempre atenta a su seguimiento médico, pero para mí fue un milagro absoluto cuando tanto los exámenes como su condición de vida diaria empezaron a dar señales de que Sofi podía llevar una vida normal”, rememora la Fuscaldo.

Pero no hay dos sin tres y de inmediato ella se aboca a alabar al sistema de medicina de Costa Rica. “Nosotras hicimos lo que pudimos y más (Sofía y ella), pero lo que yo considero un milagro viene de la mano de ese brete, ese trabajo de maravilla que logró el departamento de Inmunología del Hospital de Niños. Algo que una patas vueltas como yo jamás hubiera podido pagar, diay casi nadie, es impagable, y chiquitos como Sofi reciben tratamientos de primer mundo.

“¡Yo misma! ahora que me hicieron el cateterismo en el hospital México y me trataron exactamente como a mis compañeritas de salón, una de ellas de Upala. Es que eso fue otra historia, vieras qué belleza y qué vacilón”, cuenta entre risas Eugenia al rememorar sus días de internamiento en media pandemia, cuando se hizo compísima y armó una “barra” con dos señoras enfermas de distintas condiciones, ninguna de las cuales podía caminar -excepto Eugenia- y que se convirtieron en una minipandilla a la espera de sus tratamientos de vida o muerte.

Era marzo del 2021 y ella

Aunque Eugenia no lo dice así, el hecho de haber grabado un comercial que pronto saldrá en redes sociales parece ponerla

en línea recta para su próximo emprendedurismo:

convertirse en una influencer de

marcas

empezó a sentirse mal, duró tres días tomando bicarbonato hasta que Sofi se preocupó y la obligó a ir a la Clínica de Tibas. “Llegué infartada, ¿cuál preinfarto?”.

Aunque la Fuscaldo no lo dice, por la forma en que lo cuenta esta historia debería ser un corto cinematográfico, algo así como Tres sesentonas divertidas dizque en la últimas. Me aventuro a titular esta vivencia de Eugenia mientras la espera un stent de corazón (un pequeño tubo de malla de metal que se expande dentro de una arteria del corazón), con el antecedente de sus dos hermanos muertos por esa causa, con Sofi y las tres perritas que son como hijas de ambas, y sin que aún así, la actriz pudiera sobrevivir a su principal sobrevivencia: el miedo al miedo.

“Yo no es que haya sido muy espiritual, pero ahora después de esta última experiencia y además cierran La Pensión, que para mí fue durísimo, no me lo esperaba, y en eso se me viene este evento. Yo empecé a sentirme muy mal pero insisto, el sistema de seguridad social de este país es increíble y solo los que lo hemos usado por tantos años y en diferentes situaciones lo sabemos”.

De hecho, esas otras dos señoras a las que ella cita, una upaleña y la otra de una humilde barriada de San José, conformaron en el hospital una singular pandilla cuyo norte y gran triunfo del día era obtener suficiente atol por las noches, pues se sabe que la comida hospitalaria, según el caso, se reduce para preparar al paciente ante una cirugía inminente.

“Ayyy vieras la gozada ¡ahí fue donde me engordé montones yo! Me voy haciendo amigota de estas otras dos pacientes con problemas diferentísimos al mío pero bueno, en ese momento éramos compañeras de batalla. La única que podía caminar era yo y nuestra batalla era conseguir un atolito por las noches cuando ya sabíamos que nos iban a posponer las cirugías, porque lo de nosotras era importante pero había que darle prioridad a pacientes que llegaban de vida o muerte... ¡imaginate el aprendizaje de vida!

“Yo por los pasillos pegando gritos y vacilando a ver si nos daban un poquito más de atol porque igual ya sabíamos que no nos iban a operar al día siguiente, pero todo lo convertimos no en queja sino en un vacilón y diay sí, nos daban el atol (a los que se podía) y ahí me engordé horrores pero no fregués: nos daban atoles y se nos inflaba la panza, pero dormíamos riquísimo!”, cuenta entre carcajadas, las suyas y las mías.

–¿Ellas obviamente sabían quién eras vos, doña Tere y todo lo demás?

–(Risas) Diay, seguro desde el primer día sí, pero es que en estos trances uno está ahí por lo que realmente importa en ese momento, la vida y la sobrevida. ¡Nos pasaron unas cosas! (risas). Terminamos por conformar una triada, y como te digo, de mis dos compañeras más amigas ninguna podía caminar, entonces hubo alguna vez en que Fulanita nos decía: “¡Ay, no llego, no llego, ayyy me obré!”, y lejos de mortificarnos nos reíamos y todo el personal del hospital atento a realizar su trabajo... al otro día las tres nos moríamos de risa.

“¡Diay, me obré, qué se le va a hacer!”, decía alguna y bueno, para nosotras era la aventura del día... la cagada del día, literal.

NOVIO ¿TRAILERO?

A Eugenia la conozco desde hace unos 15 o 20 años. El caso es que desde muchos años antes la entrevisté y la química fue instantánea. En algún momento, hará un par de lustros, me la encontraba en los pasillos del Automercado de Moravia y aquella implosión de risas y anécdotas sobre amores traicioneros y amores de los buenos, nos hacían esquinearnos a cada rato en el súper, estorbando un poco en los pasillos al resto de clientes.

Eran años aún cercanos que hoy se perciben lejanos, a rostro descubierto, en los que Eugenia Fuscaldo cedía orgullosa y amorosa a los selfies que le solicitaban.

Uno de los temas recurrentes de aquellos tiempos de tertulia, de horas en el Auto, era la instancia de siempre: “¡Ay Yurita, decile a tu esposo que me presente un trailero, yo me caso!”.

La anécdota viene a cuento hoy, en medio de esta entrevista post/preinfarto, con Eugenia a un año de llegar a los 70 pero con un espíritu sin edad, cuando tocamos el tema del amor, de parejas y de sus sueños con un trailero.

–¿Siempre te gustaría conocer a una eventual pareja, el trailero prometido (risas) o estás asida a tu soltería?

–Ayyy pero sí, pero diay, es que qué mulones ¿verdad? Mirá (se enseria), diay fijate que yo no sé, uno nunca puede decir nunca, pero a estas alturas creo yo que soy de esas personas que nacieron con el chip de la soltería. Yo supongo que entre dos las cargas se llevan mejor pero diay, no sé, el tema del amor de pareja es algo en lo que no pienso nunca.

Eugenia Fuscaldo sigue bandera avante, caminando en las mañanas con las perritas de su vida, haciendo experimentos con la cocina y filosofando, claro, con su compañera de vida, su hija Sofi, con la que comparte una rutina maravillosa y que hasta las devuelve, sin proponérselo, a una juventud veinteañera.

No es un secreto, como ha ocurrido con gran parte de los integrantes del gremio artístico, que sus ingresos económicos se han visto afectados.

“Yo tengo una pensión pero muy bajita. Hay que bretear, yo no sé de dónde aparece gente tan buena que le da la mano a uno por todo lado. A Sofi le da risa y me dice: ‘Vos no te desinlflás’, y yo le digo que cómo me voy a desinflar, es que hay gente tan buena... por ejemplo me pasó que cuando salí del hospital, ahora después del susto del infarto, ya había cuatro amigas que se pusieron de acuerdo y me llamaron para que estuviera tranquila, que me iban a depositar una platica porque yo salí del hospital con 20 mil colones... ¡ni para el taxi!”.

“Pero sí salí multimillonaria con todo lo que me habían hecho: solo el stent es carísimo y bueno, ni digo la forma en que se han portado

en el canal (Teletica). Un día que me sentí muy mal, iba para la clínica de Tibás y se armó en minutos todo un plan. Me enviaron donde los mejores médicos, no puedo más que agradecerle a mi público y a la familia Picado; ellos son bajo perfil con este tipo de finezas que tienen para con uno, pero es que es imposible no agradecerles todo y tanto. Es que me quedo corta de tanto que podría contarles...”, afirma, conmovida.

–La situación económica está durísima para mucha gente. ¿Cómo manejás la incertidumbre que puede generar la falta de un trabajo fijo?

–Mirá, yo creo que a mí el infarto me empujó a una conversión extraordinaria. A mí no me gusta mucho andar hablando o dando cátedra sobre espiritualidad, pero sí te tengo que decir que yo no hice ningún esfuerzo porque ese llamado, ese auxilio llegó solo, de forma espontánea. Yo nací en un hogar católico pero no soy de ir a misa ni nada, uno se distancia y no quiere nada con eso (la espiritualidad), eso es pa’ otra gente, piensa uno...

“En eso, de repente, sentís una mano, una voz llegó. Eso sí, yo no es que oigo voces ni nada, eso simplemente te llega”.

Entonces rememora el pasaje que, al día de hoy, ha fortalecido su paz, su fe, su “sentirse bien” en medio de las circunstancias, su destreza en ir aprendiendo a vivir sin mayores afanes, “un día a la vez”.

“Estábamos en el Hospital México con esas dos amiguitas que te dije que conocí, las dos eran cristianas y en eso vi un sacerdote que andaba por los salones y le pregunté si me podía dar los santos óleos. Él padre me dijo que por supuesto y entonces me volví y les pregunté a ellas que, aunque no fueran católicas, si les gustaría recibir esa bendición, y aquello fue lindísimo. Ahí no hubo religiones, fue una oración muy linda, preciosa, apenas para esperar lo que viniera, lo que tuviéramos que afrontar cada uno, no tenés idea de lo maravilloso que fue”, reflexiona Fuscaldo, quien a no dudarlo vino al mundo con el “chip” de buscarle siempre el lado positivo hasta al infortunio.

De ahí en adelante, Eugenia trata de aprovechar su tiempo libre leyendo el Catecismo y escuchando prédicas en YouTube, en especial la de las Carmelitas que, a su juicio, “son geniales”.

Incluso, cuando le pidieron que firmara unos documentos de autorización para realizarle el cateterismo, pasó bromeando con quienes se convirtieron en “los nietos” de doña Eugenia: “Mirá, unas criaturitas son esos doctorcitos, uno los ve como chiquillos pero son tremendos profesionales. Entonces ahí, en medio proceso de firma, gozábamos porque yo les decía ‘¡traiga traiga, dele, aónde le firmo papito!’ y mis amigas y ellos riéndose. No puedo estar más agradecida con la Caja, es una maravilla lo que tenemos en este país, ¿cómo no voy a estar agradecida y con un gran empuje para seguir adelante?”. veterana actriz confiesa que está “gordísima” (dice que en mucho por los atoles del hospital), entonces está aprovechando estos días de verano para salir a dar caminatas por todo Moravia en compañía de sus tres adoradas perras: Calabria (ciudad natal de su padre, en Italia), Cabita, y la última que adoptaron ella y Sofía, Negra. “Fijate vos, nos descerebramos para encontrarle un nombre”, dice con la risotada a flor de piel.

Sobre sus opciones de trabajo, cuenta que está incursionando en varios proyectos en redes sociales. “Me estoy aliando con varios chiquillos para ver qué hacemos. Por ejemplo, ahorita sale una promoción que hice con Yiyo Alfaro y otros muchachos que son unos gatos en redes. Por ahí puede andar la cosa porque lógicamente sí tengo que ver cómo me reinvento, en eso estoy”, dice con esperanza.

Entretanto, Eugenia Fuscaldo ha hallado la paz y los ratos más felices renovando los votos de amor con sus perritas día a día, aunque la tiene preocupada la mayor, Calabria, quien al parecer está afectada por algún tipo de demencia y le ha dado por agredir a sus “hermanas”.

Y si bien está urgida de generar ingresos, por estos días se las ingenia para vivir con poco. Además disfruta de los “milagros y milagritos” diarios en los que antes no reparaba ni disfrutaba por el eterno corre-corre.

“Yo ahora me echo en una hamaca con Sofi y las perritas, hablamos, contemplamos, filosofamos... vieras las ensaladas sensacionales que me hago, me tomo el tiempo de lavar lechuguita por lechuguita; como no puedo ir a la feria para cuidarme de la pandemia tengo una familia que cosecha todo orgánico y me lo traen a la casa. Otra gran ilusión que tengo ahora es consumir huevitos de gallinitas felices. Yo guardo las cascaritas, las pongo a secar y se las echo a las maticas como abono... esas tonteras me ponen tan feliz como si hubiera ido a París”.

Y agrega: “Vieras que siento que cada día estoy más presente, ahora Dios me tiene sin trabajo pero yo siento que tal vez me está cuidando de esta carajada que está tan fea, la pandemia, por eso trato de compensar ese bienestar espiritual que tengo con fe en que trabajito no me va a faltar y por eso rezo tres veces al día”.

Pero bueno, está dicho que nada es perfecto en esta vida.

Para terminar, volvemos al tema del amor y a la pregunta del millón: ¿se ennoviaría o casaría Eugenia Fuscaldo?

“Pues mirá, la verdad no sé, uno nunca puede decir nunca pero creo yo que hay quienes nacemos con la soltería en el ADN. Yo no me imagino una persona que pueda convivir con mis rituales, que son muchos. Por ejemplo, yo me cepillo toda la piel durante una hora antes del desayuno, para estimular la circulación, con eso la piel se pone lindísima. Después me baño con agua fría, porque hace tiempo se nos quemó el calentador y diay, ahora cuando salgo de la ducha fría siento que el coco (la cabeza) se me endereza. Antes gastaba unos platales en electricidad, en cambio ahora salgo bien bañada, bien pupuseada; desayuno y me voy a caminar y cuando salgo de la casa y veo todo lo que hay alrededor nada más puedo pensar ‘¡pero qué es esta felicidad!”.

En plena hospitalización tras sufrir un preinfarto, Eugenia hizo de las suyas y se armó una ‘barrilla’ con dos señoras que también estaban internadas. Le buscaron la comba al palo y se volvieron cómplices del humor, del amor, de la espiritualidad y claro, de la misión primaria de todos los días: lograr que les sirvieran más atol durante las noches.

Cuando el jefe del Comando Cobra dijo que deseaba comerse el corazón del joven al que poco antes habían torturado y asesinado de varios disparos de ametralladora, sentí un vacío en el estómago y casi me desmayo”. Así relató Wilbert Vega Chaverri parte de su vivencia como rehén de un grupo de policías convertidos en criminales, en febrero de 1992.

Lo que sucedió en las montañas de Talamanca ese año se convirtió pronto en una de las páginas más crueles de la historia policial costarricense. Un grupo de 12 oficiales de la Guardia de Asistencia Rural (GAR) se internó en las montañas con la misión de desarticular bandas narcotraficantes que usaban la zona para cultivar marihuana.

Sin embargo, los oficiales se desviaron de su cometido y, según testigos, lo que allí sucedió fue una atroz acción policial en contra de indígenas y campesinos.

Dos muertos y dos mujeres violadas, además de varias personas que fueron privadas de su libertad, robos y quemas de estructuras, fueron parte de las atrocidades que el denominado Comando Cobra cometió entre el 19 y el 21 de ese terrible febrero de 1992. Pronto se cumplirán 30 años de aquellos violentos actos.

El que miembros de la policía fueran los responsables de los hechos afectó fuertemente a la sociedad costarricense, según recuerda el ex investigador del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) Gerardo Castaing, quien participó de la pesquisa en torno a este caso.

“En esos tiempos los casos graves que ocurrían de alguna manera afectaban a la sociedad costarricense, máxime tratándose de policías, ahí el asunto se agravaba más. Costa Rica estaba pasando de ser una sociedad patriarcal a una sociedad industrializada y este tipo de actos golpeaban duro”, explicó Castaing.

Con él está de acuerdo el periodista Rónald Moya, experto en temas judiciales y de sucesos que cubrió los eventos como redactor de

En febrero de 1992 un grupo de policías de la Guardia de Asistencia Rural ingresó a las montañas de Talamanca para combatir el narcotráfico pero su misión se tornó macabra entre violaciones y asesinatos

La Nación. “Por parte de la población hubo una ola de repudio y desprestigio a la policía. Si bien es cierto para ese momento hubo esfuerzos para profesionalizar la policía, el caso del Comando Cobra significó a nivel de opinión pública un resquebrajamiento de planes, de posponer y revisar la profesionalización”, recordó el comunicador.

Los hechos de Talamanca tardaron cinco días en darse a conocer de manera pública. Fue hasta el miércoles 26 de febrero que la prensa daba nota de la muerte de los dos hombres y ahí comenzó a sonar el nombre de Comando Cobra, un grupo de oficiales de la GAR que estaban encargados de combatir el narcotráfico pero en su lugar cometieron crímenes que luego fueron castigados con penas de cárcel y hasta con el señalamiento de la Comisión Costarricense de Derechos Humanos, la cual denunció que se pudieron evitar los abusos cometidos por el comando, entre ellos violaciones y maltrato de niños, según informó La Nación en su cobertura.

MISIÓN

En primera instancia la denuncia interpuesta por nueve personas, el domingo 23 de febrero en la delegación del OIJ de Limón, afirmaba que hubo un doble crimen, además de que algunas personas fueron privadas de su libertad y obligadas a drogarse.

Sin embargo, el parte oficial del comando de la GAR afirmaba que en un enfrentamiento con presuntos narcotraficantes, dos de ellos habían fallecido y que un policía había resultado herido.

El Comando Cobra tomó su celebridad negativa muy pronto: los costarricenses de la época señalaban los crímenes y pedían justicia a la brigada dirigida por el teniente Minor Masís Artavia y sus compañeros Ricardo Alvarado Garro y Manuel

Sarmiento Argüello; quienes cuatro años más tarde recibirían condenas por sus actos.

El comando de la GAR tenía una misión muy clara: realizar el operativo denominado Nueva Talamanca cuyo fin era la detección y destrucción de plantaciones de marihuana en la zona alta de Talamanca. La tarea en un principio estaba pactada para durar 15 días, tiempo que fue cortado violentamente por los actos del grupo. El director de la GAR le asignó al comando la misión de entrar a las reservas indígenas de Talamanca, Telire y Chirrripó para realizar la búsqueda y destrucción de las plantaciones.

La orden de operaciones hecha por el Ministerio de Seguridad Pública y firmada por el director de la GAR y el viceministro de Seguridad afirmaba que los efectivos iban fuertemente armados y preparados para cualquier situación que presentara peligro, explicó La Nación en una de sus notas de seguimiento.

El teniente Masís era el oficial a cargo y en los segundos mandos se ubicaban los sargentos Sarmiento y Alvarado.

Masís tenía amplia experiencia como policía. En su expediente se reflejaba que realizó un curso básico para oficiales de infantería y que el entrenamiento lo hizo en la Escuela de las Américas, en Panamá. Además se graduó como experto en el manejo de subametralladoras M16.

“Los oficiales asignados eran policías eficientes”, recordó Moya. El periodista afirmó que para esos años y siendo Luis Fishman el ministro de Seguridad, se había montado una campaña de profesionalización de las policías. “Había empezado a sentirse mucho la presencia del narco en la zona de Talamanca con sembradíos de marihuana y el Gobierno se había empeñado en destruir las plantaciones”, contó.

Según explicó Castaing, había una estructura diferenciada de las policías: la urbana o metropolitana y la periférica o rural. “Había un pensamiento de algunos políticos de ese entonces en diferenciar las policías según las necesidades de los pueblos. Así surgió la GAR”, comentó el especialista.

Tras la denuncia, los miembros del Comando Cobra fueron detenidos por agentes del OIJ el 24 de febrero, pues al salir de la montaña sus integrantes pasaron a un bar en Moín. Días después el comando fue acusado de homicidio calificado y de abuso de autoridad.

Según las declaraciones de víctimas y testigos, cuando el grupo policial ingresó a la zona arrestó a varios hombres con el fin de que sirvieran como baqueanos y los acompañaran en la búsqueda de las plantas de marihuana; además los obligaron a cargar con el equipo de supervivencia. Estos indígenas fueron capturados el miércoles 19 de febrero, primer día de la misión.

Dos días después, el viernes 21, dos personas perdieron sus vidas a manos del comando.

A un hombre joven que se topó de frente con la avanzada, el grupo le disparó una vez. En apariencia cargaba un saco con marihuana y al ver a los policías trató de huir. Tras ser herido de bala y caer al suelo ensangrentado, uno de los oficiales le disparó dos veces más en el pecho, asesinándolo.

Los rehenes fueron obligados a tirar el cuerpo de la víctima a un guindo.

Horas después, los Cobra detuvieron a otra persona. Se trataba de Rolando Watson, conocido en la zona como Marañón. La situación fue parecida ya que Watson también cargaba un saco con lo que supuestamente era marihuana, así que el comando lo detuvo y comenzó la tortura.

“Nos agarraron el miércoles 19 y a ese joven y a Rolando los asesinaron el viernes

21. (A Rolando) Lo topamos en la montaña de Cunabre y se le tiraron encima, traía un saco con marihuana, de inmediato lo agarraron a patadas, leñazos, le daban durísimo con el cañón de las ametralladoras, fue espantoso”, explicó en su

El grupo de oficiales de la GAR tenía la misión de localizar y destruir plantaciones de marihuana en Talamanca, pero la encomienda se desvió hacia actos criminales.

declaración Wilbert Vega.

“Se fumaron varios puros (de marihuana) enormes, una vez drogados agarraron al detenido y siguió la pesadilla. A nosotros nos obligaron a fumar.

”Watson lloraba, gritaba que lo dejaran en paz, lo esposaron a un árbol y lo golpearon”, agregó Vega a su relato, el cual fue replicado por La Nación.

Agregó además que uno de los oficiales dijo: “Ahora van a ver de lo que somos capaces, aprendan y escarmienten”. Acto seguido le disparó con la ametralladora a Watson en el pecho.

“No se cansaba Masís de decir que contaban con licencia para matar”, dijo el rehén, a quien obligaron con la ayuda de otro detenido a tirar el cadáver de Watson a otro guindo.

En la declaración, Vega contó que en Alto Cuen el comando maltrató a varios lugareños y que incluso golpearon a una niña de cinco años para que su mamá les diera información sobre la ubicación de las plantas de marihuana. Agregó, además, que el grupo había violado a dos mujeres.

El periodista de La

Nación Nicolás Aguilar, destacado en el lugar, hizo un recuento de los hechos a partir de entrevistas con lugareños y testigos.

“El arribo del comando a Cartagena de Vesta se produjo el miércoles 19 de febrero a las 11 a. m., vestidos con traje militar, la mayoría corpulentos. Se encontraron a Wilbert, luego a cuatro hombres más trabajando y luego se encontraron a seis hombres que cortaban madera, allí estaban las mujeres de 15 y 24 años que cocinaban para los aserraderos”, escribió en la nota.

Y prosiguió: “Ahí también amedrentaron a los hombres, pocos minutos después las mujeres fueron llevadas a un playón del río y solo sus gritos dieron cuenta de lo ocurrido, las estaban violando, pensaron”.

Tras su detención, el comando confirmó las muertes. “No negamos los hechos, diay ahí están los muertos, pero las circunstancias en que se produjeron las muertes fueron muy distintas a lo que dijeron los testigos”, había dicho Masís en su celda preventiva en la Unidad de Admisión Sandoval, en Limón. “Nosotros no somos asesinos ni caníbales”, agregó.

Para inicios de marzo de 1992, los cargos en contra de los policías aumentaron: violación de domicilio, robo agravado, concusión, privación de libertad agravada y violación. Además, tras la investigación del OIJ, se logró identificar a la primera víctima del grupo: Julio Trejos Obando, trabajador de Aguas Zarcas de Upala, de 21 años.

Sin embargo, los jefes del comando seguían afirmando su inocencia y atribuyeron las muertes a defensa propia.

La investigación de los agentes judiciales reveló, por medio de un examen de balística, que el arma UZI 216 usada para ultimar a Watson pertenecía a Masís, pero no estaba registrada en el Ministerio de Seguridad.

El último día de marzo de 1992 quedaron libres seis miembros del Comando Cobra. Ellos fueron procesados por privación agravada de libertad, hurto agravado y encubrimiento a favor de sus jefes.

LLEGÓ LA JUSTICIA

En abril de 1996 el comando enfrentó a la justicia. Los testigos y ofendidos fueron trasladados en helicóptero hasta la sala de debates del Tribunal Superior Penal de Limón.

En total fueron juzgados 11 miembros del grupo, ya que uno estaba en estado de rebeldía. El panel estaba presidido por los jueces Carlos Porras, Vinicio Castillo y Celso Gamboa; participaron 25 testigos más dos intérpretes de lenguas indígenas porque algunos de los entrevistados eran nativos del idioma cabécar.

“Nos agarraron el miércoles 19, yo estaba chapeando. Uno me encañonó, me dijo que teníamos que ir con ellos a la montaña a detener a gente que tenía la droga.

Nos detuvieron a Wilbert, a

“A Rolando lo topamos en la montaña de Cunabre y se le tiraron encima, traía un saco con marihuana, de inmediato lo agarraron a patadas, leñazos, le daban durísimo con el cañón de las ametralladoras, fue espantoso”.

Wilbert Vega,

testigo

Máximo Ortega y dos más. Nos largaron varias maletas en las espaldas y nos obligaron a caminar como burros de carga”, recordó Manuel García Ramírez en una entrevista con La Nación.

Otra de las ofendidas también habló con el periodista Nicolás Aguilar. Casimira Morales Martínez, quien denunció una violación en contra suya y de su hermana Melania, recordó lo sucedido en la montaña.

“Melania y yo éramos cocineras de un campamento en Javui. Yo recuerdo que ese grupo de hombres llegó con muchas armas y empezó a amenazar a los hombres que había en el campamento. Nos decían que teníamos que ir con ellos porque sino nos mataban. No queríamos hacerlo, pero tuvimos porque seguían diciendo que nos mataban. Uno de ellos alto y grueso me llevó a una parte donde había mucho monte, me tiró al suelo, me quitó toda la ropa.

”Melania se quedó sola en el campamento con otro de los policías, yo no pude defenderme, estaba con mucho miedo. Ese hombre alto hizo lo que quiso conmigo y lo mismo con mi hermana”, contó la mujer.

El juicio siguió su curso, pero con algunos problemas. El debate se tuvo que suspender porque uno de los abogados defensores, el representante de Masís, renunció a la causa. El 25 de abril se retomó el debate con la defensa aduciendo que hubo contradicciones en los testimonios de los testigos.

Días después, el 2 de mayo, los expolicías señalados incriminaron al jefe del Comando Cobra, Minor masís, como el autor de los hechos.

El 7 de mayo se dictó sentencia. Masís fue declarado culpable de tres delitos de privación de libertad, un delito de concusión, una violación y el homicidio calificado de Rolando Watson Suárez, por lo que se le dictaron 42 años de prisión, que para ese entonces se reducían a 25 por ser la pena máxima del momento.

Manuel Sarmiento fue declarado responsable del homicidio simple de Víctor Trejos, una violación y tres privaciones de libertad. Fue condenado a 32 años para cumplir 25.

El tercer condenado fue Ricardo Alvarado contra quien el tribunal dictó cinco años de cárcel por la violación de Melania. Los ocho oficiales restantes salieron libres.

Por su parte, Masís y Sarmiento cumplirían su condena en la cárcel de La Reforma.

MONTAÑA TRAICIONERA

Gerardo Castaing explicó, basado en su experiencia, lo que cree pudo haber sucedido en la montaña para que los policías enviados a acabar con la siembra de marihuana hayan desviado sus acciones hacia los delitos.

“Las montañas espesas, después de cierto tiempo, generan un cambio psicológico y mental en los seres humanos, ya sea que se estén moviendo de forma voluntaria o involuntaria (cuando alguien se pierde). Siempre se sufren cambios. Las montañas de Talamanca son agrestes, hay peligros de ser atacado por animales, también la montaña en si produce una serie de cambios en el organismo como la deshidratación que puede afectar la manera de pensar”, afirmó.

El exagente explicó que al haber sido un trabajo táctico, el operativo se complicaba, dado que el grupo se podía enfrentar a traficantes armados.

“Al ser un trabajo de lucha en contra de las drogas no se podía enviar a cualquier policía, eso hubiera sido inconveniente, no viable. Por eso se formaban grupos especiales que entraran a la montaña y ubicaran por medio de informantes o exploración a las plantaciones de marihuana”, comentó Castaing.

“Así se forma el grupo de la GAR con capacitaciones en la Escuela de las Américas, que es de tipo militar. Históricamente policías de Costa Rica han ido ahí para capacitarse en distintas áreas, una de ellas son los patrullajes en junglas, la navegación terrestre y conocimientos básicos de infantería. Ellos (Comando Cobra) habían sido capacitados ahí”, aseguró Castaing.

“Por mi experiencia puedo decir que lo que ahí pasó es que ingresaron y al tiempo de estar en la montaña el comando estaba totalmente solo, podían tomar sus propias decisiones porque no

“Ahí también amedrentaron a los hombres, pocos minutos después las mujeres fueron llevadas a un playón del río y solo sus gritos dieron cuenta de lo ocurrido, las estaban violando, pensaron”.

Reconstrucción de los hechos, por el periodista

Nicolás Aguilar

había comunicación con los superiores en el exterior. De alguna manera se deterioró el pensamiento porque los controles inhibitorios, la soledad, la lejanía y el poder los llevó a cometer los delitos”, confirmó el especialista, quien también es criminólogo forense y fungió como jefe del OIJ.

“Es un caso esencial, importante, porque en primer lugar en aquella época el país se sorprendió por la situación tan atroz, sobre todo por tratarse de policías. Hasta lo que recuerdo no hubo una situación igual ni hubo otra después”, finalizó el periodista Moya.

SENTENCIADOS

Masís, Sarmiento y Alvarado cumplieron con sus condenas. El Ministerio de Justicia y Paz confirmó que ninguna de estas tres personas está sujeta a las órdenes de Adaptación Social.

La Nación informó que Masís salió de prisión el 17 de febrero del 2012. De él se volvió a escuchar en julio del 2019 cuando fue detenido en Río Cuarto de Alajuela por vínculos con el autodenominado Comando Frente Patriota 7 de Julio, grupo que fue investigado por la grabación de videos y difusión de amenazas contra el presidente Carlos Alvarado y los diputados del país.

Masís fue aprehendido en la finca La Trinidad, que es de su propiedad. En ese momento La Nación informó de que el lugar era usado al menos por 15 integrantes de dicha agrupación, que difundió en redes sociales un mensaje donde se hacían llamados a la violencia y a un golpe de Estado.

En esa ocasión trascendió que Masís tuvo un problema de presión sanguínea durante su detención, por lo cual fue trasladado con custodia a la clínica de Aguas Zarcas. Horas después fue llevado a la

Fiscalía de San Carlos.

El Comandante Cobra, como se le conoció a Masís, además había sido indagado en enero de 1996 junto con Álvaro Sequeira (líder del Frente Patriota 7 de Julio) como parte de la investigación del secuestro de la suiza Regula Susana Siegfried y la alemana Nicola Fleuchaus, en Boca Tapada de San Carlos. De ese caso salió bien librado, pues no se pudo vincular con el hecho.

De los otros dos integrantes del Comando Cobra condenados no hay actualización sobre sus vidas privadas.

El Comando Cobra dejó detrás de sí una estela de sangre, así como un gran aprendizaje social y policial. En la sentencia del caso, los jueces consideraron que fue “una odiosa aventura”, además de que estimaron que el jefe y el subjefe del grupo cometieron “viles actitudes que se reflejan de manera palpable en el trato a los indígenas, en la prepotencia con que se actuó y en el desprecio generalizado a mínimos valores humanos”.

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