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CHICHARRONERA LA PAILA: PURISCAL COMPITE CON UN CHIPOROTO CON UN SABROSO CALDITO

El chifrijo de esta chicharronera puriscaleña se destaca por el saborcito ahumado en su preparación y por un caldito que mezcla todos los sabores

Michael Díaz,

“Me gusta por su buen sabor, ese gustito ahumadito, y el buen servicio. Siempre está fresquito (el chifrijo)”. comensal de Chicharronera La

Paila

Todas las semanas Michael Díaz, de 39 años y agente de ventas, pasa a la Chicharronera La Paila, en Puriscal. Su pedido es invariable: un chifrijo mediano mixto; es decir, con los tres tipos de chicharrón: posta, panzada y tostado.

“Me gusta por su buen sabor, ese gustito ahumadito, y el buen servicio. Siempre está fresquito (el chifrijo)”, dice Díaz, quien luego del potente almuerzo aprovecha para instalar “su oficina” en la mesa y seguir trabajando. “Aquí me dejan trabajar tranquilo”, agrega ese comensal que llegó al lugar por “la buena recomendación de unos amigos”. Poderosa arma para descubrir maravillas, el boca a boca.

A 250 metros al sur del Centro de Atención Integral para la Salud de Puriscal, encontramos este local que se anuncia en carretera como “el mejor chifrijo de la zona” y por vender buenos chicharrones, tales como los que hacen famosa a la comunidad.

Es un negocio sencillo, un

emprendimiento de Gustavo Ureña Rubí, que comenzó como una necesidad. “Se acabó el contrato que tenía en una soda de un colegio y pensé que como Puriscal es famoso por sus chicharrones había que poner un negocio dónde la gente pudiera comérselos”, cuenta este hombre, de 47 años.

De esta forma, La Paila comenzó a repartir sabor con chicharrones y comidas típicas desde hace 8 años. En el menú, por ejemplo, se ve el picadillo de chicasquil, una delicia que figura en pocas ofertas.

Y, desde un inicio, el Chiporoto figura en su menú. Se trata de un chifrijo con algunas particularidades. Como se nota en ese característico aroma al entrar, en La Paila cocinan a la leña y eso le da un sabor característico.

En un tazoncito colocan una base de arroz, una buena ración de frijoles tiernos -porotos, dice don Gustavo- con buen caldito, una generosa mezcla de los chicharrones bien picaditos –”el chicharrón debe predominar”, dice el dueño–, tortillitas, pico de gallo fresquito y un trozo de aguacate. Se nota que los frijoles son del día y que tienen un

ingrediente especial: no, no es pellejo. Es costilla de cerdo ahumada. Y es que ese ahumadito también está presente en los chicharrones.

¡Qué delicia el caldito! En especial cuando ya los sabores de los diferentes ingredientes se han mezclado. Cuentan doña Margot Mora, que cocina en el lugar, y don Gustavo, que los frijoles se cuecen con orégano, ajo, culantro coyote y la costilla de cerdo. De allí toman ese gustito especial.

Ureña asegura que todos los días el producto es fresco, que ese es uno de los secretos. “Se hace en la mañana. Siempre calculamos para que salgamos con los pedidos del día porque no queremos que nos sobre nada de la producción”, detalla.

Entre los diferentes tipos de chicharrón, usan unos 150 o 200 kilos, y 25 kilos de frijoles los fines de semana.

De diferentes partes del país y hasta de Cuba llegan visitantes en busca del chifrijo. Pocos pegan el nombre. Algunos piden un chipote chillón, otros chilopopo y cualquier variación posible. Es Chiporoto, pero no importa: todos entienden que piden un chifrijo y la orden se pone en camino.

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2022-09-25T07:00:00.0000000Z

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