La Nacion Costa Rica

EL RETO DE CAMBIAR LAS CALLES POR EL ESTUDIO

En busca de dejar la indigencia y lograr un mejor futuro, habitantes de la calle reciben cursos de barbería, costura, repostería, cuenta cuentos, baile y manipulación de alimentos en el centro de San José

JESSICA ROJAS CH. jessica.rojas@nacion.com

En la calle 8 de San José, Natalia pasó toda la noche “pulseándola”, esperando que el frío y la oscuridad nocturna pasaran lo más rápido posible para volver, a la mañana siguiente, a sus clases de barbería.

Natalia es trabajadora del sexo hace muchos años, desde que era apenas una niña. No tener una familia que la cuidara, las malas compañías y decisiones erróneas la llevaron ahí; sin embargo, ahora lucha por salir del entorno que, como explica, la ha atrapado: “Cuesta mucho salir de las calles, no solo a mí me pasa, casi a todas las personas les cuesta”, comenta.

Después de noches que se hacen eternas, con la luz del día Natalia tiene una esperanza de salir adelante. A diario esta mujer, de 60 años, y otros habitantes de la calle, encuentran en la Escuela de Artes y Oficios Héroes, de la organización Chepe se Baña, una oportunidad no solo para comer y bañarse, sino de aprender herramientas que les podrían servir para conseguir un trabajo estable e iniciar así una nueva vida.

APASIONADAS POR LA BELLEZA

Son las 10 a. m. del miércoles 9 de noviembre. La escuela está abierta desde hace un par de horas y las aulas ya recibieron a muchas personas habitantes de la calle que, a diario, asisten al centro de enseñanza. Ese día por la mañana los cursos de barbería, manipulación de alimentos, cuenta cuentos y costura ya tenían a sus alumnos y maestros con las manos en la obra.

Natalia y su compañera doña Rosa fueron las primeras en llegar a la clase de barbería, que imparte el profesor Luis Javier Rojas y su asistente Seidy Contreras. Ellas son dos de las alumnas más cumplidas del curso, no han faltado a ninguna lección desde que el curso inició hace

tres meses.

Natalia se coloca al lado del profesor para ver bien cada detalle de la explicación que hace. Doña Rosa, una señora de 78 años, se sienta en una de las sillas de la barbería porque no puede estar de pie mucho rato.

Doña Rosa, incluso, camina ayudada por un bastón, pero eso no le quita que sea muy aplicada en clases.

Con unas hojas de papel y un lapicero de color azul, doña Rosa toma apuntes de cada detalle que explica el profesor. Natalia sigue con cuidado las indicaciones y demuestra con palabras lo mucho que ha aprendido.

“¿Después de pasar la uno (cuchilla) qué sigue?”, pregunta el maestro.

“Conectar entre esas dos guías y que quede marca”, contesta doña Rosa.

“¿De dónde a dónde va el marco en el primer paso”, consulta el profesor.

“De la patilla a la altura de la ceja de manera lineal con una leve inclinación hacia el hueso occipital”, responde muy segura Natalia.

Doña Rosa, de nacionalidad salvadoreña, está sola en el país desde hace varios años. Tiene una hija que vive en Limón, pero ella afirma que prefiere vivir así, sin molestar a nadie. Para participar como alumna en varios de los cursos que ofrece la escuela de Chepe se Baña, doña Rosa viaja en bus todos los días desde Tres Ríos.

Ella también está matriculada en piñatas, inglés y otros cursos, pero el de barbería es uno de los que más le gusta. “Yo cortaba pelo con un cuchillo en la calle. Por dicha nunca me jalé una torta porque estuviera presa”, cuenta entre risas.

Esa actitud, precisamente, es parte de lo que el profesor admira de estas dos alumnas. “Nunca han faltado, vienen puntuales, con muchas ganas de aprender pese a la difícil situación que viven”, afirma Rojas.

Natalia también es una

“Yo cortaba pelo con un cuchillo en la calle. Por dicha nunca me jalé una torta porque estuviera presa”.

Doña Rosa, estudiante de la Escuela Héroes

apasionada por la belleza, además es muy coqueta, eso lo notamos cuando conversamos con ella y vimos sus ojos maquillados con un tono azul muy sutil. “Me gusta todo lo que tiene que ver con la belleza, el maquillaje y la moda. Apenas me di cuenta de que abrieron este curso me metí porque me gusta mucho trabajar con hombres”, explica orgullosa Natalia, quien durante la semana asiste a otras lecciones en la escuela,

como las de baile.

En la escuela Héroes todos son bienvenidos. Los requisitos para recibir las lecciones es que quienes se matriculen sean mayores de edad, habitantes de calle o que estén inscritos en un programa de ayuda social o acompañamiento, explicó Mauricio Villalobos, director y gestor de proyectos de Chepe se Baña.

“No pedimos nada, no tienen que pagar dinero, lo que buscamos es tiempo, que

pasen tiempo con nosotros”, afirma Villalobos, quien es de los precursores de Chepe se Baña, proyecto que ya casi cumple seis años de estar al servicio de las personas en condición de calle.

“Aquí pasan entretenidos, se les dan herramientas para salir adelante. Siempre hay mucha gente todos los días”, agrega Villalobos.

La escuela Héroes no se da el lujo de cerrar ningún día. De lunes a domingo ofrecen

cursos, comida y baño, que son parte de los beneficios que tienen las personas que llegan al lugar. Además, a cambio de que asistan a clases, se les da desayuno, almuerzo, café por la tarde y en algunos casos la cena.

Sin embargo, pese a todo el trabajo que hacen, quisieran ofrecer más oportunidades, pero la falta de recursos no lo permite. Aunque reciben apoyo de empresas privadas y personas que los ayudan con

donativos, equipos y tiempo de los profesores; siempre hace falta más.

PUNTADA A PUNTADA

En la clase de costura, muy empunchada en su ejercicio de curvas y esquinas estaba Tania. Tenía sus ojos sobre la máquina de coser y las manos atentas para no perder una puntada.

Punto a punto, con el hilo bien enhebrado y concentrada en su trabajo, así es como Tania lucha para no volver a caer en alcoholismo. Por esa adicción, ella pasó cuatro meses viviendo en la calle junto a su esposo.

El curso de costura es dirigido por la profesora Ileana Hernández quien, una vez a la semana, guía a sus alumnas en diferentes secciones para que vayan generando destrezas en el corte y la confección. “Son muy responsables, están muy interesadas en el curso. Hay poca deserción, siempre vienen con ganas de aprender”, afirma la maestra.

Tania es de San José, tiene 43 años y contó que el flagelo del alcoholismo la atrapó primero a ella. Ella agrega que “por amor” su marido fue arrastrado al vicio.

“Tenemos 12 años de estar juntos, pero en la calle fue algo muy rápido. Gracias a Dios que nos mandó a Mauricio y a la escuela porque la calle a uno lo va absorbiendo poco a poco”, recuerda Tania, mientras nos muestra algunos retazos de tela donde hace sus prácticas.

“Uno se acostumbra a vivir esa vida que no es vida, pero venir a la escuela es una terapia muy grande. Esto me ha alejado de las calles, del alcoholismo, mantiene mi mente ocupada y voy creciendo”, agrega Tania.

Tania ha participado en cursos de canto, incluso formó parte de un coro de la escuela. Con su esposo llevaron un taller de electricidad y, actualmente, estudia costura, inglés, computación,

cuenta cuentos, teatro y manualidades.

“Mi esposo y yo tenemos un proyecto de piñatas, eso nos ayuda”, afirma. Ambos se encuentran en recuperación y un paso a la vez han ido recobrando su vida.

En Chepe se Baña las

historias de éxito se manejan con mucho cuidado, porque saben que no todos los días existen testimonios tan positivos como las de Tania y su marido. Sin embargo, en la organización consideran como éxito que una persona en condición de callejización se levante a diario ilusionada, con el ánimo de ir a la escuela y dispuesta alejarse de la calle.

“Si esperamos algo probablemente nos frustremos, no esperamos nada, protegemos nuestro corazón. Nuestra misión es acompañar sin importar los resultados porque un porcentaje de personas avanzará y otro se quedará en la calle. Nuestro nivel de recibir es el dar. Nos interesa el hoy, un día a la vez”, afirma Villalobos.

ESPERANZA POR UN TRABAJO

El histrionismo de don Guillermo es algo que trae en la sangre. Siempre se ha sentido atraído por la actuación, pero nunca tuvo la oportunidad de expresar su talento, hasta ahora. Él es uno de los alumnos más aplicados del curso de cuenta cuentos que ofrece la Escuela Héroes. Cuando lo vimos en clase, notamos que lo suyo son las tablas.

Durante su vida nunca ha pisado un escenario, pero en un tiempo posiblemente lo podamos ver contando cuentos en algún lugar. Por el momento don Guillermo asiste a otras clases como la de piñatas (que le gusta mucho y por lo visto es toda una sensación entre los alumnos), diseño gráfico e inglés.

Cuando este chófer de profesión se quedó sin trabajo hace tres años, las circunstancias lo fueron arrastrando a las calles. Él tuvo una situación complicada con su licencia de conducir, tenía que pagar mucho dinero por causa de unas infracciones, pero con lo que ganaba no pudo cancelar la deuda y se quedó sin el documento y sin trabajo.

“Al quedarme sin trabajo caí en condición de calle. El ambiente ahí es muy hostil, es muy cruel, pero la misma calle le va enseñando a uno a susbsistir”, cuenta don Guillermo, que está pronto a cumplir 60 años.

Siempre fue chófer de bus o de taxi, pero sin la licencia no ha logrado encontrar un trabajo. Además, don Guillermo cuenta que por su edad no

Los requisitos para recibir lecciones en la Escuela Héroes es que quienes se matriculen sean mayores de edad, habitantes de calle o que estén inscritos en un programa de ayuda social o acompañamiento

le dan oportunidad en otros oficios.

Don Guillermo no tiene vicios, no toma, nunca ha probado las drogas, pero lamentablemente no tiene familia que lo pueda apoyar. Su madre falleció hace un par de años por lo que está solo en este mundo.

“Cuando me quedé sin trabajo poquito a poco se me fue gastando lo que tenía ahorrado. Entonces ya no pude pagar el alquiler del cuartito donde vivía”, agrega. “La calle no ha sido fácil, superar el día a día es una hazaña, es como subsistir en la montaña o en un desierto”.

Don Guillermo va a clases todos los días, mientras está en la escuela interpretando algún personaje o cuando está haciendo una piñata se olvida de que no tiene hogar. La realidad le llega hasta la noche cuando debe de buscar un sitio dónde dormir.

Generalmente, don Guillermo busca refugio en los dormitorios que dispone la Municipalidad de San José. Sin embargo, encontrar un espacio allí es como sacarse una rifa, porque todos los días las personas sin hogar deben de ir a sacar una ficha para apartar su lugar.

La esperanza de don Guillermo es recibir sus diplomas de la Escuela Héroes y, de esta manera, conseguir lo antes posible un trabajo estable y retomar su vida. Mientras tanto, él le saca buen provecho a las instalaciones de la escuela, que están ubicadas en San José.

El edificio de la Escuela Héroes es amplio, cuenta con una cocina, baños, una biblioteca que acaban de estrenar y varios salones de clases acondicionados para los cursos. El lugar es prestado, como trabajan casi todo en Chepe se Baña, porque no están acostumbrados a poseer nada.

“Creemos en usar, no en poseer. Claro, si tuviéramos un lugar propio sería maravilloso, pero esa no ha sido nuestra formación. Con las instalaciones que nos han prestado a lo largo de este

tiempo hemos ido sacando el trabajo”, explica Mauricio Villalobos, de Chepe se Baña.

Es claro que la organización recibiría con manos abiertas un lugar exclusivo para la labor que realizan, solo que hasta el momento eso no se ha presentado. “Ojalá el Gobierno o la empresa privada nos preste edificios para hacer estos trabajos humanitarios”, dice Villalobos.

POR AMOR PROPIO

Durante la clase de manipulación de alimentos, vimos entre los estudiantes a un

adulto joven poniendo muchísima atención. Jesús Alberto Sevilla, de 34 años, esta haciendo todo lo posible por salir de las calles, pero además desea encontrar un trabajo estable en el que no tenga que exponerse tanto, como lo hacía cuando laboraba en las bananeras de Limón.

La cocina es una de sus pasiones, así nos lo reveló cuando orgulloso contó que había pasado con buena nota los últimos exámenes (teórico y práctico) de pizzería. A este hombre, sin duda, le gustaría aplicar lo que aprende en la escuela Héroes en un futuro cercano.

Al sufrir un doloroso accidente, mientras laboraba en una construcción, hace tiempo que Jesús Alberto no tiene trabajo. “Me caí de una escalera de cinco metros, me reventé el fémur y por eso no puedo trabajar en algo que me implique un esfuerzo físico mayor”, nos cuenta este hombre que, antes de llegar a las calles de San José, vivió en Cartago.

La historia de Jesús es complicada porque pese a que no le teme al trabajo, ha sufrido desde la adolescencia por causa de las drogas. Hace más de cuatro meses que asiste a la escuela y desde hace ocho dejó el consumo de crack.

“En las bananeras siempre hay trabajo, yo soy de los que corren con la fruta. Si uno hace 12 viajes se puede ganar ¢18.000 o ¢20.000, hay que trabajar bajo el sol y la lluvia, pero desde que me accidenté no he podido ir más”, recuerda Jesús Alberto.

Sin embargo, desde que encontró la escuela Héroes, Jesús Alberto supo que ahí podía tener más oportunidades para su crecimiento personal y para luchar contra el consumo de drogas. Así que, sin dudarlo, tomó la decisión de priorizar el estudio.

Mientras está en la escuela a José Alberto el día se le pasa volando. Ahí recibe diferentes clases, pero también tiene la opción de comer. Al llegar la noche busca refugio en algún dormitorio, pero cuando no encuentra espacio una esquina o un rinconcito son su albergue improvisado.

“Si no encuentro dónde quedarme me aguanto el sueño, no duermo”, reconoce Jesús Alberto, pero la esperanza de volver al día siguiente a la escuela es lo que mantiene su mente ocupada.

“Legalmente, sin esta escuela, no hago nada. He andado por todo el país, por todos lados, pero hasta ahora encuentro algo que me guste y que me mantiene estable”, afirma.

La familia de Jesús Alberto está muy largo, las malas decisiones que ha tomado en su vida lo han hecho caminar en solitario. Sin embargo, no deja de amar mucho a su madre, quien vive en Siquirres.

Jesús cuenta que a los 17 años empezó a consumir drogas. La presión social a su alrededor lo llevó a caer en el crack, pero ahora hace lo posible por no volver a ese mundo. “Al consumir se siente la soledad y, a la vez, la satisfacción más grande del mundo, pero si hago eso una vez más, mando por ese tubo mi vida y mi familia”, reconoce.

Más allá de aprender nuevas habilidades que le podrían servir en un trabajo, Jesús Alberto cuenta que en la escuela ha aprendido a manejar su temperamento. Además, comenta feliz que ha hecho muchas amistades que lo impulsan a seguir adelante.

TINTA FRESCA

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2022-12-04T08:00:00.0000000Z

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