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Bajo del mar...

Hans Christian Andersen publicó en 1837 ‘La Sirenita’, el cuento al que Disney le sigue sacando provecho en las salas de cine. A propósito de su más reciente adaptación, repasemos los orígenes y significados de una historia inagotable

CARLOS RUBIO carlos.rubio@ucr.ac.cr

Hans Christian Andersen publicó en 1837 ‘La Sirenita’, el cuento al que Disney le sigue sacando provecho. Repase los orígenes y significados de una historia inagotable.

Recientemente, Disney estrenó una nueva versión del filme La Sirenita; ya la habían llevado a la pantalla grande en 1989. Se suele llamar live motion a películas en las que participan actores de carne y hueso, que originalmente fueron concebidas como obras de dibujos animados. Esta producción se suma a la rica y diversa iconografía que caracteriza a las sirenas desde tiempos inmemoriales.

La historia se fundamenta en un cuento que el danés Hans Christian Andersen publicó en 1837. Tal como sostiene la estudiosa María Tatar, en el folclor del norte de Europa existen múltiples leyendas sobre selkies (focas seductoras), nixes (seres fantásticos del agua) u ondinas (ninfas de gran belleza) que se casan con seres humanos.

El escritor, considerado una figura fundamental de la literatura infantil moderna, señala que en el fondo existe un territorio desconocido pues “las personas del mar viven ahí abajo”.

DEL MAR A LA TIERRA

Andersen nació, en 1805, en Odense, en una isla de Dinamarca en la que mucha gente se dedicaba a la pesca. De raíces humildes, fue hijo de una servidora doméstica y un zapatero, que aspiraba a hacer carrera militar. En su autobiografía, titulada El cuento de mi vida, el autor reconoce que su padre le dio algunos pocos libros durante su infancia, entre los que se encontraban La Biblia y Las mil y una noches. También le construyó un teatro de títeres, hechos que marcaron su vocación artística.

Con solo catorce años emprendió la aventura de trasladarse de Odense a Copenhague, la capital de su reino. Aspiraba a estudiar y ejercer alguna de las artes, principalmente el canto, pues destacaba por su voz blanca de niño. No tuvo mayor suerte, ya que no fue favorecido con el paso de la infancia a la madurez y no conservó sus cualidades vocales como adulto.

Debe reconocerse que este escritor vivió en plena Revolución Industrial; como consecuencia, se sustituía la mano de obra por el uso de maquinaria. Eso también provocó que personas provenientes de clases sociales menos favorecidas, como Andersen, contaran con pocas posibilidades de estudiar y mejorar su condición de vida.

Otro aspecto notorio que debe señalarse, con respeto, es la apariencia física del escritor. Fue calificado, por la gente de su tiempo, como “feo”. Esa condición no puede obviarse cuando se piensa en este creador, pues sus personajes suelen caracterizarse por el deseo de transformarse corporalmente, como su “Patito feo” o la Sirena que ansía sustituir la cola de pez por un par de piernas.

Gracias al apoyo de un mecenas, Andersen pudo concluir estudios en la Universidad de Copenhague e intentó desempeñase como dramaturgo. Después de dar a conocer la novela El improvisador, con treinta años cumplidos, publicó el primer tomo de sus cuentos para niños. A partir de ese momento, fue reconocido internacionalmente y sus obras se tradujeron al alemán, inglés o español.

Falleció en 1875 después de hacer periplos por Inglaterra, Turquía, Suecia, Alemania o España. Recibió múltiples condecoraciones, entre ellas la Orden de Guadalupe, otorgada por el gobierno de México en 1866; indicio de que para entonces ya era leído en América Latina.

Se considera a este escritor como un precursor fundamental de la literatura infantil contemporánea, pues rompió con la tradición de limitarse a hacer recopilaciones folclóricas. Él no desdeñó la riqueza popular de su tierra, y por ello en sus creaciones aparecen duendes, ninfas o brujas; sin embargo, su experiencia es

Se considera a Hans Christian Andersen como un precursor fundamental de la literatura infantil contemporánea, pues rompió con la tradición de limitarse a hacer recopilaciones folclóricas. Él no desdeñó la riqueza popular de su tierra, y por ello en sus creaciones aparecen duendes, ninfas o brujas; sin embargo, su experiencia es el punto de partida de sus creaciones.

el punto de partida de sus creaciones. Por ello, inicia su autobiografía con la frase: “Mi vida es un cuento hermoso, rico y feliz”.

Notemos que el escritor perdió su agraciada voz blanca de niño, y con ello también desapareció el instrumento con el que buscaba abrirse paso en el elitista mundo de las artes que le correspondió vivir. De la misma forma, la sirena entrega su voz (considerada la más bella entre los habitantes del fondo del mar) a cambio de su transformación en ser humano.

Fue un autor que transitó de su natal pueblo pesquero de Odense para trasladarse a Copenhague, capital urbana, cosmopolita, en la que existían teatros, palacios y catedrales. Al igual que él, la Sirena abandona voluntariamente su paternal mundo acuático para residir en un reino en el que sobresalen los castillos, los templos y en el que continuamente, en las torres, repican las campanas.

MÍTICOS SERES MARINOS

Mucho más que un par de piernas, la Sirena desea tener un alma. Explica Andersen que las sirenas pueden llegar a vivir hasta trescientos años, pero cuando mueren no trascienden, se transforman en espuma de mar.

La bruja de los océanos no solo le proporciona las extremidades inferiores a cambio de la voz. También le ofrece la oportunidad de adquirir la ansiada alma si un sacerdote la une en matrimonio con el príncipe. Este hecho no resulta extraño, pues Andersen se caracterizó por su sentir cristiano y su lealtad a la religión luterana.

La búsqueda del alma resulta totalmente ignorada en las propuestas de Disney. Puede conjeturarse que esta empresa no tiene interés en presentar problemas teológicos, pues la jovencita tan solo añora la posibilidad de desplazarse, sobre sus pies, para ir al encuentro de su amado.

Debe recordarse que se mencionan sirenas en antiguos relatos y poemas. Y es posible que uno de los pasajes más recordados se encuentre en La Odisea de Homero. Después de la guerra de Troya, durante su viaje de regreso, Ulises pide a sus compañeros que se tapen los oídos con cera, pues los hombres que oyen a las sirenas terminan muriendo tentados por la música; en cambio él decide atarse al mástil y conocer su canto. Ellas dicen: “Nadie ha pasado por aquí en su negro bajel, sin haber escuchado de nuestra boca la voz dulce como el panal, y haberse

Mucho más que un par de piernas, la Sirena desea tener un alma. Explica Andersen que las sirenas pueden llegar a vivir hasta trescientos años, pero cuando mueren no trascienden, se transforman en espuma de mar.

En el nuevo filme encontramos una grata propuesta: la actriz y cantante Halle Bailey, afroamericana, nos presenta que las sirenas pueden ser caracterizadas como seres procedentes de pluralidad de etnias y culturas. ¡Bienvenida sea esta Sirenita acorde para el siglo XXI!

regocijado con ella y haber proseguido más sabio”.

Homero no describe físicamente a las sirenas, en cambio Ovidio, en su obra Las metamorfosis, las define como aves de plumas rojizas y rostros de vírgenes y así lo reafirman Borges y Guerrero en El libro de los seres imaginarios. Ha de ser por ello que, en inglés, se use el vocablo «siren» para referirse a estos seres mitad aves y mitad mujeres. Y en esa misma lengua se designa como «mermaid» al ser mitad pez y mitad mujer.

Durante la Edad Media se pensó en la sirena como una joven de ondulante cabellera, pechos desnudos y cola de pez para representar las tentaciones de la carne. Por ejemplo, en la Abadía de Kilcooley, Irlanda, se observa un relieve de piedra en una pared, tallada entre 1400 y 1600. Allí, una sirena sostiene un espejo, y se cree que cumplía el propósito de advertir a los monjes sobre los llamados “pecados sexuales”.

Por ello, no resulta extraño que años después, en la iconografía latinoamericana aparezcan sirenas. Muestra de ello se encuentra que, en la Casa del Risco, edificación colonial ubicada en San Ángel, Ciudad de México, se observe una sirena de piedra, se encuentra en una fuente, como una muestra del arte barroco virreinal.

Andersen reivindica la imagen de la sirena pues la criatura pasa por crueles sufrimientos con el fin de expresar el amor y apropiarse de un alma, hecho que podría considerarse como una especie de conversión al cristianismo.

ENTRE LA ESCRITURA Y LA CINEMATOGRAFÍA

Se comprende que cada versión teatral, musical o cinematográfica constituye una nueva lectura de este cuento. E independientemente de la calidad de la nueva propuesta fílmica de Disney, se presentan otros cambios trascendentes, con respecto a la obra original, que resulta válido señalar.

Por ejemplo, el autor danés sostiene que la Sirenita tiene la piel “tan clara y delicada como un pétalo de rosa” y sus ojos son “tan azules como el más profundo de los mares”. En el nuevo filme encontramos una grata propuesta: la actriz y cantante Halle Bailey, afroamericana, nos presenta que las sirenas pueden ser caracterizadas como seres procedentes de pluralidad de etnias y culturas. ¡Bienvenida sea esta Sirenita acorde para el siglo XXI!

Andersen se esfuerza por presentar una rígida estructura jerárquica, por ello el palacio del fondo del mar es tan suntuoso como en el castillo terrenal del príncipe. La abuela de la Sirenita (personaje que fue borrado en las películas) lleva doce ostras en su cola, y es la única dama de la corte que puede darse semejante lujo. Así se evidencia el respeto reverencial por la realeza. Al fin y al cabo, se trata de una historia de amor entre dos hijos de monarcas: ella del reino marino y él, de un reino terrenal.

En la película se aminora el protagonismo de las hermanas mayores de la Sirenita, y en cambio, presentan simpáticos personajes marinos como Flounder, un pez niño; Scuttle, un alcatraz y un crustáceo músico llamado Sebastián

(tal vez una reminiscencia de Johann Sebastian Bach) que actúa como la conciencia, una especie de “Pepito Grillo” en el filme Pinocho.

El autor centra su mirada en las armas punzocortantes. Por ejemplo, la bruja del mar pide a la Sirenita que saque la lengua para cortársela y así apropiarse de su voz. Asimismo, la hechicera hace una herida en su pecho, y con su negra sangre prepara el brebaje que servirá para que la jovencita adquiera la forma humana. Cuando bebe esa pócima, siente una espada de doble filo atraviesa su delicado cuerpo, razón por la que se desmaya y se desploma como si estuviera muerta.

A pesar de que la joven, en el palacio terrenal, baila y camina con elegancia, por cada paso que da siente “como si pisara afilados cuchillos y agujas punzantes”. A pesar de tantos dolores y sacrificios, el príncipe no la escoge para hacerla su esposa, y decide casarse con la princesa de un reino vecino. Ante tal decisión, ella sabe que cuando salga el sol, después de la noche de bodas, la alcanzará la muerte y se convertirá en

Fue un autor que transitó de su natal pueblo pesquero de Odense para trasladarse a Copenhague, capital urbana, cosmopolita, en la que existían teatros, palacios y catedrales. Al igual que él, la Sirena abandona su paternal mundo acuático para residir en un reino en el que sobresalen los castillos, los templos y en el que en las torres, repican las campanas.

espuma de mar.

Las hermanas de la Sirenita, agobiadas por semejante angustia, permiten que la bruja del mar, con sus tijeras, corte sus cabellos; a cambio reciben un puñal que la protagonista debe clavar en el corazón del príncipe antes de que amanezca. De esa forma, la Sirenita no sucumbirá a la muerte y recuperará su original figura mitad mujer y mitad pez. Debe anotarse que los instrumentos punzocortantes, como las tijeras y el puñal, vuelven a adquirir importancia en el cuento.

La princesa del mar decide no asesinar al príncipe que yace dormido, junto a su esposa, en el lecho nupcial. Opta, entonces, por lanzarse al mar para convertirse en espuma. Sin embargo, recibe el don de transformarse en una hija del aire. En esa condición, debe dedicarse a hacer el bien durante trescientos años. Pasado ese lapso, podrá tener su ansiada alma inmortal.

Andersen cierra su poético cuento de manera moralizante, pues advierte que, si un niño malo o travieso hace llorar a la Sirena, por cada lágrima derramada suma un día más a su tiempo de prueba.

UN NOMBRE PARA LA SIRENA

Los personajes de Andersen carecen de nombres pues son llamadas por apelativos como “Sirenita”, “príncipe”, “hermanas” o “bruja”. En cambio, en el filme, la sirena es denominada como Ariel.

Debe recordarse que Ariel es un personaje de la pieza teatral La tempestad, estrenada por Shakespeare en 1611. En esa obra, Ariel es un espíritu que fue liberado, tras doce años de esclavitud en un árbol, por el mago Próspero, y es por esa razón se encuentra a su servicio. Debe agregarse que, aparte de desenvolverse con aires traviesos e infantiles, posee poderes mágicos. Es visto como un niño, razón por la cual fue interpretado por actrices. Fue hasta el siglo XX que empezó a ser caracterizado, indistintamente, por varones y mujeres.

Valga mencionar que El Ariel es una obra ensayística que publicó el uruguayo José Enrique Rodó en 1900. En ese libro se concibe la figura del personaje shakesperiano como representación del idealismo y la espiritualidad, y es emblema de la resistencia ante la visión utilitarista de países poderosos. Abogaba por retomar conceptos de la estética de la Grecia Clásica y dialogar sobre lo que denominaba como “el buen gusto”.

Joaquín García Monge difundió el arielismo durante la primera mitad del siglo XX. De 1906 a 1917 publicó la revista El Ariel, la cual estuvo dirigida principalmente a la niñez y la juventud. A partir de 1919, publicó varios artículos sobre la obra de Rodó en Repertorio Americano.

Al respecto, el filósofo Arnoldo Mora, quien escribió la obra El arielismo de Rodó a García Monge, sostiene que se trata de una “visión antinorteamericana, no marxista, producto del surgimiento del imperialismo de los Estados Unidos”. Así las cosas, encontramos que el nombre de Ariel se relaciona con inscripciones en la cultura anglosajona, latinoamericana, y específicamente, costarricense.

MÚLTIPLES LECTURAS

Se trata de un cuento publicado, por primera vez, hace cerca de doscientos años, que ha sido objeto de un sinfín de interpretaciones. Debe señalarse que la filósofa francesa Simone de Beauvoir, en su libro El segundo sexo (1949), refuta la idea de que la bruja corte la lengua de la Sirenita. Para ella, es un acto que representa la alegoría de las relaciones románticas heterosexuales, y que le resulta imposible justificar a un ser

La de Andersen es una obra de ostensibles cualidades poéticas que conduce a la reflexión sobre la naturaleza humana y permite descubrir ese reino de las profundidades donde hay un castillo cuyas paredes y techo son de grueso cristal transparente y en el cielo raso se alinean cientos de descomunales conchas, rosadas y verdes, y en cada uno parece arder una llama azul.

femenino se consagre a la adoración del hombre amado.

Por su parte, el psicólogo Sheldon Cashdan, en su obra La bruja debe morir (1999), sostiene que la Sirenita no necesita solo de las piernas, pues también carece de genitales y por ello se le hace imposible satisfacer sus propios deseos sexuales, como los de su añorado príncipe. Resalta el hecho de que Úrsula, la bruja del mar en los filmes de Disney, cante con movimientos lascivos y música propia de un cabaret. Este personaje representa la realización de las aspiraciones eróticas de la joven que le son negadas por la prohibición impuesta por el padre y su natural condición de sirena.

En el puerto de Copenhague se colocó una estatua de bronce como homenaje a La Sirenita, obra del escultor Edvard Eriksen. A pesar de que es un símbolo de Dinamarca, y durante más de un siglo ha sido frecuentada por millones de turistas, no se ha librado del vandalismo; se le ha puesto camisetas de equipos de fútbol y hasta fue decapitada. En julio de 2020, de manera anónima, se inscribió en la roca que la sostiene el grafiti «racist fish» (pez racista). Es señal evidente de que el antiguo escrito de Andersen no solo es admirado, también causa controversia.

Independientemente de la calidad de las propuestas fílmicas de Disney, es conveniente leer el cuento del célebre escritor danés. Sin importar la edad, se trata de una obra de ostensibles cualidades poéticas que conduce a la reflexión sobre la naturaleza humana y permite descubrir ese reino de las profundidades donde hay un castillo cuyas paredes y techo son de grueso cristal transparente y en el cielo raso se alinean cientos de descomunales conchas, rosadas y verdes, y en cada uno parece arder una llama azul.

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