La Nacion Costa Rica

La amistad

eCONOmistA Víctor Chacón R. vchacon.cr@gmail.com

La reclusión obligada por la pandemia induce a tener espacios para la reflexión. A repasar nuestro itinerario existencial: Épocas, lugares, errores y aciertos, alegrías y tristezas. Todo pasa ante nuestros ojos.

En ese curso, descubrimos que, en las diferentes etapas de nuestra vida, hemos contado con amigos. Por el devenir azaroso de los acontecimientos, a muchos los dejamos de ver hace tiempo. Con otros tal vez mantenemos un contacto esporádico. Quizás pecamos de desidia al no buscar a algunos y restaurar los lazos que en pretéritos tiempos fueron robustos. Las viejas amistades relegadas al desván.

Personas que desfilaron en nuestro calendario como compañeros de barrio, juego, clase o trabajo, con quienes compartimos infinidad de momentos y que merecieron ser elevamos a la categoría de amigos.

Con aquellos que compartimos trances de angustia, dolor, tristeza o desgracia, el ligamen es más intenso.

Diferentes categorías. Las amistades son entrañables cuando se vuelven tanto o más incondicionales que un hermano, como lo refería Benjamín Franklin: «Un hermano podrá ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano». Es la misma concepción detrás del proverbio salomónico: «En todo tiempo ama el amigo, quien es como un hermano en tiempo de angustia».

Aristóteles por su parte, señaló tres tipos de amistad: Por placer, por utilidad y la verdadera, o amistad de la virtud. Las dos primeras consideran al amigo un medio, mientras que la tercera se basa en el bien, la virtud y la excelencia.

«El amigo como un fin, es decir, por sí mismo». No es casual que de los cuatro tipos de amor que define la tradición griega, el «philia» expresa fraternidad, y cobija tanto a hermanos como amigos. Sin lugar a duda, la categoría suprema es la recogida en Juan 14:13: «No hay mayor amor que este, que uno dé la vida por sus amigos».

Amistad y sociedad líquida.

El post-modernismo al que arribamos con el empuje de la tecnología de última generación, ha ido desvaneciendo los conceptos tradicionales para replantearlos bajo la premisa de lo pasajero, inmediato o líquido. La amistad no escapa a ese intento de rediseño, de reemplazo por la «popularidad», y de medirlo frenéticamente cosechando «amigos» de redes sociales.

Pero la realidad humana es harto distinta y compleja. Es en la desgracia, la tristeza y la ruina, cuando se puede hacer el conteo de amigos; no en la abundancia, la alegría o la fama. Superada esa travesía, puede considerarse dichoso quien contabilice un amigo entrañable o amigo del alma. Un lujo es tener dos; tres sería ilusión o bienaventuranza. Cuatro o más, milagroso o sospechoso.

Es imposible cultivar amigos sin alcanzar antes amistad consigo mismo. Es a partir de ese estado que se desarrolla una actitud de paz y tolerancia hacia los demás. Y en este terreno, la amistad, si bien individual y selectiva, brota a partir del mutuo respeto, tolerancia y simpatía. Todo ello a pesar de nuestras maravillosas diferencias.

«El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo», dice Proverbios 18:24. Sabio refrán que nos alerta que estamos a tiempo de renovar los lazos de nuestras viejas amistades del desván, y disponer la actitud para la eventualidad de otras nuevas. A pesar del difícil entorno que como sociedad e individuos estamos viviendo, es oportuno recordar a Debravo cuando nos dice: «Se puede amar la amistad, porque ondea como un viento».

Es en la desgracia, la tristeza o la ruina, cuando se puede hacer el conteo de amigos; no en la abundancia, la alegría o la fama

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2021-09-16T07:00:00.0000000Z

2021-09-16T07:00:00.0000000Z

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