La Nacion Costa Rica

Hija vio morir a su madre mientras las dos estaban en Ceaco

››Apoyo de personal fue clave para afrontar enfermedad y pérdida

Ángela Ávalos R. aavalos@nacion.com

Muy por encima del dolor que aún la desgarra cuando recuerda lo sucedido, Karina Salas Barquero agradece la oportunidad que le dio el personal del Ceaco de acompañar a su mamá en los últimos momentos de vida.

Ambas ingresaron muy enfermas al Centro Especializado para Atención de Pacientes con Covid-19 (Ceaco) con pocos días de diferencia. Karina sobrevivió luego de 25 días hospitalizada y hoy cuenta su relato. Sara Barquero Quirós, su mamá, de 76 años, murió el 27 de marzo anterior mientras Karina sostenía su mano.

“El personal del Ceaco, las enfermeras, los doctores... son el milagro que Dios puso en mi camino. Voy a estar eternamente agradecida por todo el esfuerzo que hicieron por mí, por los abrazos que necesité en su momento, y ellos estuvieron a mi lado.

”No hay palabras para describirlo. Son personas con una empatía increíble y con una humanidad que pocos tienen”, dijo Salas, de 41 años, vecina de Zarcero, Alajuela.

Su ingreso al Ceaco se registró el 12 de marzo anterior, procedente de Emergencias del Hospital Carlos Luis Valverde Vega, de San Ramón. Estaba muy mal. Toda su familia enfermó, lo que explica que unos días después también doña Sara fuera trasladada a La Uruca.

Las enfermedades de fondo que traía la madre minaron sus fuerzas y la convirtieron en una de las 645 víctimas mortales que registró el Ceaco en sus 20 meses de trabajo durante la pandemia.

A su lado. A pesar de su gravedad, a Karina se le permitió visitar tres veces el salón en donde estaba doña Sara.

“Ellos me permitieron estar con ella, y en una videollamada, mis hermanos y otros familiares se pudieron despedir. Sé que, aunque estuviera dormida, ella los escuchó. Cuando falleció, me permitieron despedirme”, rememora haciendo un gran esfuerzo, pues los ocho meses que han pasado desde ese adiós no han sido sencillos, y el corazón duele por una pérdida tan significativa.

Sin embargo, hubieran sido más complicados sin el acompañamiento que el Ceaco le dio desde el primer momento. Karina recuerda cómo todo el personal se volcó en su apoyo.

“Tengo en mi mente a varios muy especiales. Uno, un ayudante de Enfermería que siempre estaba a mi lado con sus palabras de aliento. Me regaló un cartelito que mantuve pegado a un costado de la cama. Lo leía mañana, tarde y noche”, cuenta. Ese cartel traía este mensaje: “No te rindas. Por favor, no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños”.

A ese mensaje de aliento se unieron otros, la mayoría de gente anónima que escribió de su puño y letra tarjetas para enfermos y personal de los hospitales, incluido el Ceaco. Esos desconocidos no se imaginan lo que sus palabras representaron en ese momento, y representan ahora, para cada una de esas personas y sus familias.

Los mensajes y el cuido de su familia permitieron a Karina seguir adelante; en especial su hija de 13 años, Nicole, quien fue su motivación para luchar por la vida mientras estuvo internada, y para recuperarse. Ocho meses después, sigue trabajando en su recuperación, en la cual el personal del Ceaco volvió a convertirse en su séquito de ángeles, dice.

“Yo empecé yendo al Ebáis, pero mi corazón empezó mal, como a retroceder. El solo hecho de levantarme de la cama aceleraba el corazón. No podía ni hacer mis necesidades básicas. Estuve así un mes: yendo al Ebáis todas las semanas, y me devolvían. Me hicieron una referencia para un especialista, pero debía esperar muchos meses para que me vieran en el hospital de San Ramón.

”Como Dios hace esos milagros, un día recibí una llamada de la doctora Gabriela Madrigal, del Ceaco, para preguntarme cómo había seguido. Le comenté mi situación, y me dio una cita de inmediato. Allá me recibió junto a sus compañeros de terapia respiratoria, de Fisiatría, e inicié otro proceso.

”Me incluyeron en el programa de terapias, con el que vino la terapia psicológica, que todavía llevo”, cuenta en referencia al programa que la Universidad Nacional (UNA) tiene con la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) para pacientes poscovid.

El cierre del Ceaco tendrá para Karina un significado más profundo, por la pérdida de su madre ahí. Más allá del dolor que esto todavía genera, Salas dice que siente alegría porque significa el fin de un ciclo muy oscuro en la vida de muchos, y por supuesto, dice, siente un agradecimiento “eterno” con quienes ahí dejaron parte de sus vidas para salvar las de otros.

EL PAÍS

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2021-11-28T08:00:00.0000000Z

2021-11-28T08:00:00.0000000Z

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