La Nacion Costa Rica

¿Qué carreras ofrecer en las universidades?

Miguel Gutiérrez Saxe miguel.gutierrez.saxe@gmail.com

El azar o Tin Marín no es el mejor método. No recuerdo si lo leí de alguien más o si, planteado el problema, fue de mi cosecha. Supe, en todo caso, que cuando se trata de analizar qué carreras universitarias ofrecer o de dar un consejo a un nieto o amigo para seleccionar profesión, siempre hay que considerar tres asuntos: la demanda social personalizada, la demanda económica y la demanda social.

La primera es la opción o preferencia de los demandantes o lo que perciben como su vocación o interés; la segunda, lo que el mercado de trabajo previsiblemente necesitará; y la tercera, qué necesita la sociedad a muy largo plazo.

Las respuestas son distintas en cada caso, no obedecen a un único impulso o razón. Las tres vertientes confluyen, con diferente intensidad, tanto en la selección individual sobre qué carrera estudiar como en la decisión institucional sobre qué carreras ofrecer. Los métodos para estimar cada vertiente son también muy distintos.

Demanda social personalizada.

Cada persona resuelve esta búsqueda con muy diversos criterios: recurrir a uno de los tantos test vocacionales, buscar consejo entre gente que resulta cercana o admira, un análisis acerca de cuáles son las fortalezas y calificaciones, un repaso de cuáles lecturas resultan de mayor interés u oportunidades de estudio que sean cercanas o brinden alguna ventaja económica.

Son muchos los posibles criterios y decisiones, no necesariamente firmes, ya que varían con el tiempo, como cuando se comienza una carrera y se termina en otra.

Existen potentes, aunque no infranqueables, barreras culturales que limitan el acceso a carreras, especialmente a las mujeres. Estas barreras no tienen mayor sentido, pero persisten, como se constata en los comportamientos promedio para el acceso a profesiones en ciencia experimental y matemática, entre otras.

Son usuales los estudios basados en resultados de encuestas a posibles demandantes o en el procesamiento de los datos obtenidos de las redes sociales, consultas en internet del propio portal o el de entes semejantes.

También, suelen usarse los resultados de estudios en otros países. La oferta de oportunidades académicas se orienta de esta manera. A la postre, el criterio final es si se presentan candidatos para llenar los cupos.

Por su parte, las instituciones procuran garantizarse un mínimo de capacidades diferenciadas para las carreras o agregar ventajas adicionales. En Costa Rica, pocas instituciones muestran las estadísticas de empleo de sus graduados como criterio de atracción, cuando existen.

Demanda de mercado o económica.

¿Qué es lo que demanda el mercado de trabajo? Aparentemente, es una pregunta sencilla, pero compleja al considerar los múltiples fragmentos y plazos. La pregunta real es de cuál mercado y demanda (corto, mediano o largo plazo) estamos hablando, porque no es un solo mercado, y la vida media de un profesional supera las tres décadas. Lo usual para prever a mediano plazo es hacer encuestas a empleadores (incluido el sector público) sobre sus necesidades de fuerza de trabajo.

En Costa Rica existen pocas opciones terciarias no universitarias para los graduados de secundaria. Los técnicos medios se forman —y muy bien— en colegios técnicos profesionales o en el INA (por lo general con exigencia de secundaria completa). Existe una demanda insatisfecha de técnicos medios tanto de mercado a corto y mediano plazo como social a largo plazo. Sin embargo, este artículo se detiene en las oportunidades de estudio universitarios.

Un criterio relevante es si los graduados se muestran satisfechos y logran emplearse. Las universidades públicas periódicamente indagan sobre el desempleo profesional. En una ocasión, algunas universidades privadas aceptaron ser incluidas en una encuesta de este tipo. El Conare tiene un observatorio laboral que realiza investigaciones que son publicadas detalladamente (carrera por carrera) para orientar a los estudiantes en lo referente a si tendrán trabajo en los tres años siguientes a la graduación, si trabajarán a tiempo completo, si serán desempleados parciales, si trabajarán en algo muy distinto de lo que estudiaron.

Además, se brinda información de los graduados sobre la calidad de la carrera y los ingresos que podrá obtener. El estudiante encuentra información sobre la acreditación de algunas carreras, principalmente el Sinaes se encarga de esto, aunque es un sistema voluntario para las universidades. Es práctica en algunas universidades acreditarse ante otros sistemas internacionales. Existen varias posibilidades para acreditar carreras, aunque son pocas las acreditadas.

Los datos agregados tienen como fuente el informe sobre el estado de la educación del 2021. Según el INEC, el desempleo de graduados universitarios en plena pandemia (con desempleo nacional de más del 18%) fue un 7,7%; en años anteriores era menos del 3%.

De acuerdo con el seguimiento del Conare a graduados de universidades públicas, el desempleo fue del 5,4%; el subempleo, un 1,6%; y un 6% encontró empleo en puestos con poca relación con lo que estudió. Esto, para los graduados entre el 2014 y el 2016, tres años después de terminar sus estudios, de conformidad con un estudio del 2019.

¿En qué están graduando las universidades en estos tiempos? Las universidades privadas no publican su matrícula, por lo que es necesario recurrir a las cifras de graduados. A lo largo de 7 años (20142021), las universidades otorgaron casi 380.000 títulos; unos 134.000 las públicas (un 31,8%), con mayor concentración de oportunidades en grado y posgrado, y 243.000 (el 64,4%) las privadas, con mayor concentración en diplomas y grados.

Las cifras del 2021 muestran un cambio en estos valores y proporciones: de 52.000 títulos en el 2021, poco más de 21.000 correspondieron a las públicas (un 40,9%) y casi 31.000 a las privadas (el 59,1%).

La concentración de oportunidades por nivel (diploma, grado y posgrado) del período se mantiene en el 2021. Las públicas otorgan títulos STEM en un 29,1%, concentrados en casi un 80% en computación, ingeniería y recursos naturales, mayoritariamente en grados y posgrados.

Las universidades públicas otorgan el 86% de los títulos de posgrado STEM. Las privadas, un 22%, en ingeniería y ciencias de la salud casi un 80%. Da la impresión de que las carreras STEM no tienen amplia demanda, especialmente, la ciencia básica y los recursos naturales (públicas, un 24% de los títulos STEM; y privadas, un 0,7%).

En cuanto a títulos en carreras no STEM, las públicas entregan un 70,9%, concentrados en ciencias económicas, educación y ciencias sociales (un énfasis menor con 2.302 títulos), y en grados y posgrados. Las privadas, el 77,8%, concentrados en educación y ciencias económicas (poco menos del 80%), y en diplomas y grados.

La actual demanda social personalizada y de mercado, como muestran las cifras de titulación, favorecen las carreras no STEM, especialmente en las privadas. Educación, ciencias económicas y salud revelan las cifras de preferencia, a juzgar por la cantidad de títulos. Aproximadamente 12.000 profesiones STEM, mitad y mitad entre públicas y privadas, fueron cursadas en el 2021, de 52.000 del año.

Demanda social a largo plazo.

Esta no coincide con la demanda de mercado o la personalizada. A mediados del siglo XIX, no hacía falta saber leer y escribir ni aritmética para encontrar trabajo, pero, en buena y muy inteligente hora, el gobierno decretó la obligatoriedad y gratuidad de la educación básica.

La decisión transformó a lo largo de las décadas siguientes a una población que estaba destinada básicamente a recoger café, cortar caña o a la agricultura de subsistencia, y una pequeña cantidad a ejercer profesiones liberales, muchos graduados en la Universidad de León o fuera del continente.

En este momento, deberíamos actuar con respecto a la apreciación de que es deseable lograr más que la secundaria completa y abrir nuevas oportunidades terciarias, no necesariamente universitarias.

Para precisar, es necesaria la prospectiva a largo plazo, lo que obliga a un análisis de tendencias u otros métodos de planificación. La ética, lo deseable para una sociedad, ocupa un espacio central en estas proyecciones, como lo muestra la decisión de la educación como algo obligatorio y gratuito a mediados del siglo XIX. Ejercicios como la Costa Rica hacia el año 2000 o el ideario costarricense son de gran utilidad para alimentar estas prospecciones de orientación de muchos asuntos, entre ellos, la educación.

En cuanto a métodos de planificación de largo alcance, la educación universitaria aplica uno muy utilizado en el pasado, el Delphi, usado en unas dos ocasiones, a finales de la década de los setenta en la Universidad Nacional y a mediados de los ochenta en las universidades públicas.

Consiste en el diseño de un panel de personas relevantes y representativas de la sociedad, muy plural, que participan en un ejercicio anónimo de consulta. La composición del panel es crucial. La mecánica del método es que ningún participante conozca al resto hasta el final del proceso.

La consulta se inicia con la pregunta general qué carreras (o acciones de las universidades) serán de importancia para las dos siguientes generaciones. Con la respuesta procesada, los resultados son la base del segundo paso, consultar a los panelistas si están de acuerdo con el resultado.

Así, en iteraciones sucesivas, las conclusiones agrupan cierto consenso del panel. Las aplicaciones del método iluminan con frecuencia el camino, aunque no sustituyen el estudio sistemático, fundamentado posteriormente en tendencias y buenas prácticas internacionales. Digo acciones universitarias y no solo carreras porque el hacer universitario es investigación y acción social; por algo la investigación de las universidades públicas contribuye muy mayoritariamente a la I+D, la transferencia tecnológica y la vida cultural del país.

Como la duración media del trabajo de un graduado universitario es mayor de tres décadas, supone el aprendizaje de nuevos métodos, técnicas y habilidades, en fin, la necesidad de reinventarse a lo largo de la vida. De ahí que la educación esté obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación, y, al mismo tiempo, la brújula para navegar por él. La cita es de Delors, de hace casi 30 años.

Por cierto, el mundo de hoy es sustancialmente más complejo, agitado y desorientador, lo que impone mayores deberes a la educación. En el fondo, se trata de aprender a aprender y saber conservar la autonomía y los valores propios.

El azar o Tin Marín no es el mejor método, pero existe una forma de determinarlo

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