La Nacion Costa Rica

ENFOQUE

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Para el fanático del fútbol, un penal pitado a favor, aunque sea injusto, vale, y qué rico, ¡tome chichí! Un penal en contra, aunque sea una falta flagrante, es una injusticia. Lo mismo para los entrenadores y dirigentes: si el árbitro los perjudicó, salen como toros a denunciar la injusticia y hacen gala de unos ojos de lince para describirla en detalle; pero si los favoreció con claridad, se vuelven sordos y ciegos: “No vi, quién sabe…”. En fin, no hay principios ni escrúpulos, sino conveniencias.

En el fútbol, o para el caso en cualquier competencia, la falta de principios es deplorable, pero ¡qué caray!, casi siempre es inconsecuente, parte del folclore y materia para la chota, excepto, claro está, cuando la incandescencia da paso a disturbios y violencia social.

Entonces, sí hay que actuar para restaurar el orden público. Pero lo más probable es que el viento se lleve la palabrería en pocos días.

El problema es cuando esas actitudes se traspasan al ámbito de la política, la arena del ejercicio del poder para la gestión de los asuntos colectivos. Ahí adquiere tintes muy fregados, pues da origen al “tribalismo amoral” (se me puso pedante Varguitas). Este concepto se resume en cuatro reglas muy simples: (a) si alguien de mi bando logra una ventaja, aunque sea indebida, lo apoyo ciegamente; (b) si alguien de mi bando logra una ventaja, aunque sea un impresentable y un peligro, lo apoyo ciegamente; (c) si alguien del bando contrario logra una ventaja indebida, lo denuncio a todo galillo; (d) si alguien del bando contrario logra una ventaja, aunque bien ganada, lo saboteo.

En política, el tribalismo amoral lo veo todo el tiempo. Si soy de derecha, me alegra que suba el loco de Milei en Argentina y ataco a Boric en Chile; si soy de izquierda, defiendo la dictadura cubana, pero denuncio a Milei. Si soy proisraelí, denuncio la barbarie terrorista de Hamás, pero apruebo el bombardeo indiscriminado de la población civil en Gaza; si soy propalestino, me hago el maje ante el terrorismo de Hamás y denuncio el bombardeo. Y así puedo seguir poniendo ejemplos. En el fondo, no es la justicia, la libertad o los derechos lo que interesa; es que “mi” lado gane. Los valores devienen en pura palabrería. Defender la dignidad humana, sin embargo, implica rechazar que mis fines justifican cualquier medio y reconocer que hay tensiones morales que no deben ser obviadas.

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2023-11-30T08:00:00.0000000Z

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